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Sin darme cuenta de la forma supe que lo había perdonado.

Esta semana pensé que la espiritualidad es la consciencia de lo que se transita: ver la tristeza que trae la ausencia, la ansiedad que precede el futuro, el placer de estar viviendo lo que es nuevo. Es la consciencia y entendimiento para cultivar lo que nos mueve en el presente, y para entregarnos a lo que no ha sido.

Pero, ¿cómo pude dejar pasar el momento en el que dejé de sentir rencor si eso me había movido al silencio, al resguardo, al cambio?

El perdón puede buscarse: en ocasiones lo he ofrecido y recibido después de verlo en la meditación como el camino. El perdón que se busca libera de cargas y permite en lo inteligible del pensamiento ver el cierre de un ciclo y la posibilidad de seguir, porque lo que duele pesa, agobia, presiona. El perdón que se busca, aunque espiritual, no es dinámico: en el momento en el que no queda voluntad para mantenernos en libertad, vuelve la idea que carga; esa idea que vive en uno a pesar de la decisión de no considerarla.

Por el contrario, el perdón que se encuentra, que no es más que el rencor apaciguado, viene del olvido de lo sentido: en la memoria, aunque existan palabras para contar lo vivido, no existe una idea que le dé connotación de sentimiento. En el perdón encontrado existe el movimiento, el haber avanzado, y el camino de entrega a lo que es nuevo. Y eso, aunque apenas lo vea, es también espiritual.

La consciencia que tengo hoy, que es olvido, la quiero para ser capaz de desprender de cargas el recuerdo del otro que es humano: la consciencia de honrar lo que se ha amado y de estar dispuesta, justamente, a regresar al inicio.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/valentina-arango/

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