Leer a Robledo Ortíz

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Para escuchar leyendo:             La Ruana Luis Carlos González

En medio de tantos ruidos, en la ensordecedora histeria de nuestro día a día, del torbellino público que envuelve a los colombianos por estos días, acostumbro siempre a dejarle unos minutos de mi día a leer -o escuchar ojalá- un verso que me ayude a respirar con más calma.

Confieso que casi siempre es de un señor conservador de Santa Fe de Antioquia, don Jorge Robledo Ortiz, el maravilloso poeta de la raza que hace más de treinta años se hiciera eterno.

Me he cuestionado, desde que le conocí, por qué en esta Antioquia orgullosa no se le hiciera eco a su obra; por qué en Colombia su nombre no ha tenido el mismo lugar que disfrutan, entre otros, Jorge Asunción Silva, Julio Florez, Barba Jacob, María Mercedes Carranza o Arturo Acevedo.

Incluso, por qué los antioqueños que acostumbramos a hacerle homenaje a los nuestros cual, si fueran los más grandes del mundo, no hemos incluido en algún listado de honor a ese poeta honesto que supiera enlazar constelaciones con la soga sutil del pensamiento.

Sospecho, con cierta amargura, que su obra fue objeto de menosprecio en su tiempo por la sencillez de sus versos; quizás por la decisión terca de basar su obra en la cotidianidad montañera de la Antioquia del arriero, el ranchito y el carriel -porque claro, la glocalidad todavía no estaba de moda-. Porque nuestras elites intelectuales siempre han preferido lo extranjero, lo cosmopolita, y han menospreciado lo nuestro, la obra que huele a caña y sabe a hogar. Hombre, cuando es tan bello el montañero que le grita a la luna que se largue a alumbrar a los pueblos, justo cuando Medellín inauguraba su iluminación eléctrica.

Robledo Ortiz cuenta con una obra entrañable, que tanto le canta al amor como a la política, lo mismo a la infancia como a la Patria. Y los que hemos venido después de él no nos hemos dado la oportunidad de descubrirlo en profundidad, de replicar incluso sus poemas, que son tan difíciles de encontrar más allá del acostumbrado Siquiera se murieron los abuelos.

Permítanme, queridos lectores, hacerles una recomendación: disfruten Poema casi infantil, una obra que lleva al llanto y al suspiro, y que merece la pena releerlo de vez en vez.

Ánimo.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-henao-castro/

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