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No estoy de acuerdo ni coincido con todas las posiciones editoriales de No Apto. Tampoco comparto ni me identifico con todas las opiniones de los columnistas de este portal. En ocasiones, algunas publicaciones me sacuden intelectualmente y me generan reflexiones que, al principio, no me resultan agradables. Tal vez, a muchos lectores también les resulte incómodo y chocante muchas de las opiniones e historias personales que No Apto publica. Claramente, en este espacio de opinión existe divergencia de pensamiento y múltiples enfoques sobre asuntos sociales, culturales, políticos y económicos. Que otros sean diferentes me permite a mí ser quien soy y opinar con respeto y libertad.

Seguramente, a partir de esa incomodidad e inseguridad que genera el pensamiento diferente al mío, alguien en redes sociales sugirió la semana pasada cerrar este ‘antro’, textualmente el trino decía: “Cuándo piensan cerrar ese antro de No Apto. Qué desconsuelo.”

La cultura de la cancelación es un fenómeno social extendido, una corriente antiliberal que busca anular, cerrar o cancelar las opiniones o comentarios de personas u organizaciones. El fenómeno fomenta posturas intolerantes, activa la polarización, segrega y aísla a las personas o ideas que deben ser ‘canceladas’. La Carta de Harper, un documento público sobre el debate abierto y la libre expresión, firmada, entre otros, por pensadores como Jonathan Haidt y Steven Pinker, y que también fue adherida por autores como Adela Cortina o Fernando Savater, señalaba: ‘La cultura libre no es perjudicial para los grupos sociales desfavorecidos: al contrario, creemos que la cultura es emancipadora y que la censura, por bienintencionada que quiera presentarse, es contraproducente.’

La cultura de la cancelación es un fenómeno ligado a las redes sociales, pero que trasciende a la cotidianidad y la realidad en nuestras sociedades. Busca desaparecer o cancelar todo aquello que, personalmente, consideramos injusto, inadecuado, molesto o simplemente no coincidente con mi forma de ver el mundo. Todo esto sería anecdótico y pasajero si no viviéramos en un país que ha pasado históricamente de anular, silenciar y cancelar en la realidad, por miedo al debate, a la pluralidad y la democracia.

El último reporte del Edelman Trust Barometer ubica a Colombia como el país más polarizado del mundo después de Argentina. Y muestra en los últimos lugares de polarización a China o Arabia Saudita, donde los regímenes totalitarios anulan y coartan la libertad de expresión, de reunión o asociación. Claramente, ambos extremos son perjudiciales para la democracia, y la cultura de cancelación, sea política o social, es la llama que empuja hacia ambos extremos.

Necesitamos más ‘No Aptos’ y más personas dispuestas a debatir; necesitamos mayor confrontación de ideas y argumentos, necesitamos menos cancelaciones y menos ‘antros’ cerrados. Necesitamos poder decir lo que pensamos y sentimos sin miedo a ser señalados o desaparecidos. Necesitamos abrir más antros.

Otros escritos de este autor:
https://noapto.co/juanes-restrepo-castro/

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