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Leí el editorial del periódico El Colombiano del pasado 6 de diciembre. Lo titularon “El experimento Milei: un año después”.
Dice el o la editorialista que, detrás de la retórica incendiaria del presidente argentino, “se encuentra una agenda económica radical, pero coherente”. Hace luego un resumen de los hechos de dicha coherencia: que de 18 ministerios pasó a solo 8, sin precisar que entre los que acabó estaban Educación, Trabajo, Desarrollo Social y Cultura, pero aumentando el gasto en Defensa y Seguridad; cuenta el o la editorialista que en este experimental año, Milei “eliminó subsidios a servicios básicos como la electricidad y el gas”, pero no habla del impacto en la clase media; y que “promovió recortes masivos en el gasto público”, pero no aclara que, por ejemplo, que eso implica, entre otros asuntos: menos recursos para la salud, la ciencia o los derechos humanos, un capítulo que permanece abierto en Argentina que aún no encuentra a todos los desaparecidos de sus dictaduras.
Buscar la verdad no es una preocupación del gobierno de Milei ni de sus aplaudidores allá ni acá, en Colombia… Y parece no importarle tampoco a quien escribió el editorial.
Agrega que “los resultados no se pueden ignorar”, y los expone: “La inflación, que al inicio de su mandato superaba el 13% mensual, se redujo a menos del 3%, y el riesgo país cayó de 2.000 a 750 puntos, lo que indica una renovada confianza de los mercados internacionales”, porque está claro que a los mercados internacionales la justicia social los tiene sin cuidado.
Para hablar de las consecuencias de los logros macroeconómicos del actual gobierno argentino, le basta al editorialista con un párrafo donde mete las frías estadísticas: “No obstante, estos avances tienen un costo social significativo. La pobreza, que ya afectaba al 40% de la población al inicio de su mandato, ha escalado al 53%”. Pero para ponerlo en otros números, tal vez igual de fríos, pero más claros: eso significa que más de cinco millones cayeron en la pobreza en estos 12 meses de experimento.
Si quieren hacerse una idea más clara de esa cantidad, dice el DANE que la población de Medellín, para 2024, es 2.62 millones de habitantes. Entonces, esos “resultados que no se pueden ignorar” han empobrecido a tantas personas como para poblar a la capital de Antioquia dos veces.
El editorial —una lavada de cara solapada de Milei— da vueltas sobre el posible éxito de este experimento y sus consecuencias futuras para Colombia y el mundo.
Me parece a mí que lo más justo sería cuestionarle sus formas, su negacionismo, sus triunfos pírricos sustentados sobre el daño de las conquistas sociales que tardan tanto en conseguirse y son tan fáciles de perder.
Cuestionar a ese y a todos los gobiernos similares con los que está emparentado, aunque el o la editorialista intente desligar a Milei de Trump, por ejemplo. Estoy hablando de esa ya larga —y preocupante— estela de gobiernos reaccionarios de derecha radical que han ido conquistando más espacios, más políticos (hace nada, durante el foro Perspectivas País 2025 que organizó la revista Cambio, el ex ministro de Economía, Mauricio Cárdenas, soltó la siguiente frase: “El próximo gobierno debe llegar a recortar a lo Milei”), más público y el favor, por supuesto, de varios medios de comunicación, tan precisos para ahondar en lo que hace mal quien no les gusta y tan flojos para remarcar lo peligroso que son aquellos que, como Milei, fomentan una fórmula que ya he mencionado antes:sálvese el que tenga con qué.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/