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El mundo simbólico contemporáneo está lleno de relatos que responsabilizan a los individuos de fallas sistémicas, de referencias que justifican la pobreza. En una sociedad que está muy influenciada (casi determinada) por el relato neoliberal, se enaltece y sobrestima la acción individual, la capacidad de los hombres y las mujeres para sobreponerse a cualquier situación independientemente de su origen económico. Las narraciones sociales dicen que se tiene lo que se merece de acuerdo con el nivel de esfuerzo.
Las menciones en este sentido son muchas: en el cine, en la literatura y más recientemente en videos de YouTube, en Podcast, y publicaciones de Instagram y TikTok. Algunos recordarán que Álvaro Uribe Vélez declaró en 2003 que “a Colombia la estaba matando la pereza”. Otros a lo mejor tengan presente que J Balvin dijo una vez: “todos tenemos solo lo que trabajamos. La suerte no existe. La pobreza es mental». Si no se acuerdan de esos dos proverbios del mito del esfuerzo individual, a lo mejor vieron que este año Kim Kardashian les presentó a las mujeres el paradigma del camino a la riqueza y el éxito. En una entrevista para Variety soltó que su consejo para las empresarias era: (voy a parafrasearla) “levanten el culo y trabajen pues parece que nadie quiere hacerlo por estos días”.
Estas máximas propias de la literatura de autoayuda, del Club de las 5 am, tienen un elemento común: asumen que la riqueza y el éxito son una cuestión de esfuerzo individual, creen en el mito de la solución biográfica a fallas sistémicas. Más allá de la ficción de la generación de riqueza vía exclusivamente esfuerzo individual, estas representaciones sociales tienen impacto en la solidaridad colectiva, en los modos cómo se relacionan los que tienen más con los que no tienen nada. Investigadores gringos encontraron que la creencia en la meritocracia aumenta las percepciones negativas sobre los pobres. Es decir, los que creen como Kim Kardashian, Uribe y J Balvin en la fantasía de que vivimos en una sociedad que premia al que se esfuerza independientemente de su origen social, del You can make it of you try it que tanto repitió Obama en su presidencia, responsabilizan a los pobres por serlo. («No trabajan», «no se esfuerzan lo suficiente», «son perezosos», «Son pobres porque quieren»). Al manipular las creencias sobre la culpa y la meritocracia con métodos experimentales, los investigadores encontraron que el debilitamiento de las creencias sobre el American Dream, basado en solución biográfica, rendimiento y mérito, mejora las percepciones sobre los pobres, reduce los imaginarios de responsabilidad individual sobre su suerte.
A lo mejor es una perogrullada, pero ante la superabundancia de negacionistas las verdades hay que repetirlas. El abordaje de la pobreza debe incluir, además de la indispensable mejora de las condiciones materiales, un trabajo en el plano de las creencias, en desmontar el paradigma simbólico de la solución biográfica a fallas sistémicas, en desmantelar esa creencia de que la pobreza o la riqueza es sólo una cuestión de rendimiento individual. En negar el relato que hoy vuelve a reproducir Kardashian, pero también políticos y funcionarios encargados de diseñar políticas de pobreza en Colombia y en el mundo.