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Todo vale en política

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Creo que todos esperábamos una campaña local difícil, pero nos equivocamos en el grado. Lo que ha venido pasando en las últimas semanas es no solo descorazonador e indignante, sino que independiente de los resultados del 29 de octubre señala un futuro muy complejo sobre lo que parece que algunos candidatos, sus equipos y sus seguidores interpretan como aceptable en el debate público.

Y digo “algunos”, porque en esto hay que ser claros, no es el comportamiento generalizado de las campañas actuales, se concentra en dos o tres candidaturas o al menos, en los ataques que las benefician. El uso de noticias falsas, manipulaciones y desinformación ha venido en aumento y probablemente se mantenga hasta el final. Es expresión de una combinación de dos actitudes inaceptables para los actores políticos: deshonestidad y condescendencia.

Son deshonestos, obviamente, por el uso de información falsa para atacar a los adversarios políticos, en particular, dirigiendo la atención a asuntos personales o juicios mentirosos de carácter. La deshonestidad es solo preludio -o en este caso la confesión- de lo que harían gobernando. Lo de “como se hace campaña se gobierna” no es solo eslogan de campaña, su certeza es lo que más molesta a los radicales que siempre lo subestimaron como una tibieza ¿por qué habría de comportarse con ética en el gobierno alguien que nunca se preocupó por ella en campaña?

Y son condescendientes porque están convencidos de que sus engaños tendrán en el efecto de torcer las percepciones ciudadanas, de moldear el estado de ánimo de las personas hacia votar por ellos o al menos, a no votar por el atacado. Hay algo de evidencia para esa seguridad propia. La manipulación ha estado siempre en el repertorio posible de las campañas y ahora, echando manos de la caja de herramientas digital, puede ser mucho más efectiva. A pesar de eso sigue asumiendo que “la gente es boba”, que se creerán lo que ellos produzcan, que suficiente gente caerá en la trampa de la desinformación.

Lo terrible de esta campaña puede tener dos explicaciones. La primera es una actitud reforzada en las recientes elecciones nacionales, una justificación en la forma de “así es que se ganan elecciones”. La segunda es más nuestra, porque evidentemente hay desespero en un campo de candidatos para quienes la derrota puede significar consecuencias mucho peores que simplemente no salir electos. Y claro, hay candidatos, campañas y operadores políticos a los que no les parece generar ningún resquemor moral hacer este tipo de cosas.

Desde el cinismo de algunos de esos “expertos en campañas” que son al tiempo vendedores de humo y manipuladores de profesión, esto que escribo hederá a insoportable inocencia. Pero confunden la efectividad con la conveniencia. Y, además, diría yo, confunden los golpes con la victoria. Sus acciones y estrategias enrarecen una ya deprimente campaña, pero no logrará su objetivo final. Su derrota será también la de sus formas. Que sigan diciendo que todo vale, el día después de la derrota de sus candidatos.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-silva/

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