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Hablar del desamor con las amigas no solo es hablar de lo que un día fue el amor o del amor que se fue; es hablar de la cobardía, de exponerse públicamente, de la clase social, del que dirán, de la costumbre; es preguntarse si ya nadie nos querrá para algo formal porque somos madres o si nuestro color de piel, profesión, familia, edad, las nuevas formas de nuestros cuerpos, sus texturas, las cicatrices hacen parte de una lista de condiciones con las que tenemos que cumplir y preguntarnos, además, por qué no soy suficiente para que él me elija.

Con las amigas, en el trabajo, en la vida, en la intimidad, en lo púbico, nos hacemos las mismas preguntas: ¿Por qué tenemos que justificar tanto nuestra existencia?

Hace unos días tuvimos la oportunidad de hablar sobre esas preguntas en mi lugar de trabajo y el eco se hizo altavoz. Usamos las preguntas de todas para de, manera pública, compartir un mensaje: Somos suficientes.

Lejos de ser un llamado arrogante, soberbio, lleno de proyección patriarcal, buscaba ser un abrazo, un aliento, una invitación para las mujeres que dudamos más de la cuenta, para aquellas a las que nos infundieron que ser humanas no era suficiente, que somos nuestra profesión, nuestra clase social, nuestros roles como madres, esposas, empleadas, que lo importante es la ropa, las amistades, los premios, pero no nosotras por nosotras mismas.

Hombres y mujeres refutaron la decisión, vieron soberbia en el mensaje y, a veces, confusión; consideraron que no era necesario, o incluso que este mensaje desconocía el llamado a la interdependencia e interlocución que somos como especies vivas. Lo curioso es que quienes lo han cuestionado están llenos de privilegios, especialmente, aquellos que aprendieron una autoridad asumida, sobre todo masculina, en la que la duda no es codificante, estructural, y paralizante.

La autoridad asumida tiene como cárcel un estado irreflexivo, la falta de empatía, la poca capacidad de mirar desde otras orillas, buscando imponer sólo una visión ante el mundo. Es tal el privilegio, que consideran que documentos escritos por otras, como yo, no son lo suficientemente buenos, sólo porque no se centra en sus historias y anécdotas, que ven en la reflexión, la síntesis, los retos y los trabajos colectivos, perspectivas académicas “vacías”, pero consideran valiosas páginas que se limitan a narrar momentos de su vida dónde tuvieron que ver a mujeres en horizontalidad y reconocerlas como humanas.

De esto se trata hablar de suficiencia para la perspectiva feminizada, es una oportunidad de subvertir la duda, de habitar la insurrección para ser nuestra propia brújula, nuestro propio centro. No es un ejercicio patriarcal de autosuficiencia incapaz de ver relacionamiento recíproco y la interdependencia que nos habita, sino que es el llamado a la auto-posesión, a sabernos soberanas de nuestros mundos y cuerpos. Soberanía que ya no queremos nombrar sólo entre lágrimas en nuestras habitaciones o en conversaciones intimas con nuestras amigas, sino manifestarla de manera colectiva, fuerte y pública, porque esto también es revolucionario: narrar nuestra perspectiva y vulnerabilidad, gritar públicamente cómo ven nuestros ojos subalternos. Es un acto de desobediencia.

Pero acá estoy yo, acá me leen teniendo que argumentar, teniendo que volver a explicar, teniendo que justificar la propia existencia, porque igual sigue pareciendo que no es suficiente.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/luisa-garcia/

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