Escuchar artículo
|
Un proyecto político -al menos uno que no se agote en los intereses y ambiciones más personales y mezquinas de sus miembros- debería ser capaz de proyectar una visión compartida de esperanza. La esperanza es importante para una sociedad porque señala un rumbo, sugiere un camino que debemos recorrer y en particular, una meta a la que esperamos llegar. La esperanza es ante todo expectativa positiva. Sin ella, la sociedad no solo evita tener rumbo, no tiene motivos de compartir un proyecto colectivo, de trabajar conjuntamente.
Sin esperanza en un objetivo común, se ven amenazados incluso los lazos que nos unen como sociedad.
La naturaleza de ese proyecto colectivo también es fundamental. Un líder o movimiento político puede unir y movilizar a las personas con muchas ideas diferentes. Algunas pueden ser inconvenientes e incluso, terribles. El populismo y el autoritarismo puede perfectamente señalar rumbos comunes y en efecto, suelen ser muy efectivos para movilizar a las personas, incluso, cuando el objetivo final sea su propia desgracia. Por eso la esperanza debe tener como objetivo la consolidación del bienestar democrático de la sociedad. Hay dos preguntas centrales que nos unen como ciudadanos: ¿cómo vivimos bien? Y ¿cómo vivir bien juntos? Nuestra esperanza compartida bien haría en intentar darle respuesta a estas preguntas.
Desde hace semanas se mueven en las calles, reuniones de cafés y tempranas encuestas de intención de voto en las que el 90% no conoce a la mayoría, las candidaturas a la Alcaldía de Medellín y la Gobernación de Antioquia. En algunos casos escuchamos sus ideas iniciales y sus críticas a actuales gobernantes. Entiendo que esté temprano para esto que voy a pedir, pero no importa, el tamaño de la crisis que atraviesa la ciudad y de la que podría esperarle al departamento lo vuelve un pedido razonable: necesitamos que nos propongan una visión de esperanza.
No basta con señalar lo que va mal y debería cambiar. No basta con las propuestas delimitadas a algunos temas contenciosos. No basta con los llamados a recuperar rumbos perdidos. No basta con prometer castigar los excesos de los gobiernos actuales. Necesitamos mucho más, necesitamos propuestas que inspiren una expectativa positiva de nuestro futuro. Sin esperanza, no solo evitamos la posibilidad de una movilización ciudadana profunda que permita resolver la cantidad de problemas que hemos ido acumulando en estos últimos años, pero incluso pueden verse amenazadas a las candidaturas de naturaleza cívica respecto a los competidores de la política tradicional.
Sin esperanza, de nuevo, puede ser imposible que recuperemos esa idea fundamental de que todos hacemos parte de un mismo proyecto, el de vivir bien juntos.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-silva/