¡Simone!

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Mujer. Negra. Joven. ¡La mejor gimnasta de la historia! Un ser humano al límite de la existencia. En la niñez, la marca del abandono de su mamá y la separación de sus hermanos. Estuvo en un hogar refugio y, finalmente, ella y su hermana menor fueron adoptada por sus abuelos.

Ahí mismo, pequeñita, con una capacidad corporal impresionante, empezó a descrestar a todos con sus piruetas. Sonriente. Determinada. El camino elegido fue el de la disciplina más estricta. Avanzó y, aún niña, conoció el oro y los podios. La ruta estaba trazada.

Con los primeros triunfos llegó también el abuso de otros adultos. Niñas y adolescentes bajo un régimen estricto de entrenamientos y competencias, con sus habilidades a prueba en cada segundo del día, terminaron padeciendo el más terrible acoso, abuso y maltrato de los profesionales que debían cuidarlas. Silencio.

Ellas avanzan, compiten. Ganan. Más medallas. Más silencio. Simone reluce y se corona Reina de reinas en Río 2016. ¡Ya es la mejor del mundo! Entonces los esquemas de gimnasia empiezan a tener su nombre y son tan difíciles, que algunos solo ella puede repetirlos.

Tokio 2020. La carga de las expectativas, propias y ajenas, son apabullantes. Los cinco anillos olímpicos, que simbolizan los cinco continentes, pesaban tanto como el planeta entero. Soledad. Covid. Cansancio. Medios. Luces. Pero entonces, sale de nuevo la reina y da otra lección magistral: se retira porque debe cuidar su salud mental.

Paris 2024. Cuatro años de renovación. La mejor de la historia se sabe aprendiz. Y de ahí tres elementos que fueron determinantes para que hoy seamos testigos de la grandeza de esta mujer de 27 años, 142 centímetros y 47 kilos.

Primero: el amor y el cuidado de la mamá, de la familia, del esposo. Ella se recogió en su centro de gravedad. En algunas entrevistas mencionan que el primer rito de estabilidad emocional, previo a la competencia, es sentir las manos de la mamá trenzando su cabello.

Segundo: las amigas. Simone supo, cuando volvió al gimnasio, que la fortaleza estaba entre ellas. Eran ellas quienes la despedían en el entrenamiento pidiéndole que regresara al otro día. Un día a la vez. Ellas la abrazaron, la alzaron, le mostraron el podio que las estaba esperando.

Tercero: el apoyo institucional. Simon es impresionante. Y lo es, además de sus propias habilidades, porque tiene un piso institucional potente, estructurado. Entrenadores, psicólogos, gimnasios, patrocinios, alimentación, meditación. Es la demostración de que los seres humanos somos seres interconectados. Aún para brillar individualmente, dependemos de los otros.

Se ve emocionada. Celebra sus logros, que son más que físicos, y nos enseña a celebrar a las otras reinas. Simone sonríe de nuevo.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/

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