Escuchar artículo
|
Este año he esperado la Navidad con el anhelo de hacer del perdón, el renacer y el agradecer un ritual. Este año he esperado esta época como una ofrenda: una ofrenda por estar viviendo esta vida aquí y ahora.
Al idear el ritual del perdón, pienso en las palabras: en las que revelan lo más íntimo de lo que es ser humano. La semana pasada inicié el ritual del perdón al abrirle mi más íntimo pasado a la persona más importante de mi presente. Ese acto de dar palabras cargadas de historia implica el reconocimiento de la posibilidad que tenemos todos los días de hacernos nuevos, que es la oportunidad de encontrar en el arrepentimiento el perdón y la entrega. Esa es la apuesta por ser capaces de vivir a través de otros, de vivir en la profundidad que solo se siente en la intimidad.
Al idear el ritual del renacer, pienso en el reflejo: el que evidencia, por sí solo, lo que en mí ha cambiado. Este año, y esta Navidad, son la prueba de una felicidad que fue impredecible y de una capacidad de sentirme plena que me era, hasta entonces, desconocida. El ritual del renacer ha implicado la decisión de conservar, todos los días, el anhelo de permanencia de lo que me ha traído este año. El ritual del renacer ha implicado, también, la decisión de seguir amando, con la misma intensidad, todos los días.
Finalmente, con el ritual del agradecimiento pienso en los regalos: en dar, a otro, lo que también es uno. Adelantándome a la velocidad con la que se viven usualmente los días en diciembre, he optado por pensar desde ya en cada uno de los regalos que daré este año. Esto no es más que hacer un cálculo preciso de verme en ese otro -que amo o quiero amar-, y de encontrar lo que nos une. Los regalos tienen cargado el pensamiento: el que nos contiene con otros, el que recuerda y proyecta, y el que abre camino.
Este año he esperado la Navidad para celebrar la presencia de quienes han llegado este año: esos que son el regalo presente.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/valentina-arango/