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La noción de seguridad en el mundo ha cambiado en los últimos años. Dos eventos principales, la pandemia y la guerra, se destacan. El resultado obliga a un llamado tanto al internacionalismo como a la soberanía. Solo así el mundo podrá ser más resiliente frente a los desastres que se producen incesantemente, y que con el calentamiento global solo habrán de incrementarse.
La pandemia mostró que en el mundo de la integración comercial bastaba con disrupciones como el COVID para presionar las cadenas de suministros en todas partes. Cuando las vacunas se hicieron disponibles, los países ricos coparon pronto los pedidos. Lo mismo sucedió con los suministros médicos. La dependencia de tejidos productivos en el extranjero dejaron a las naciones más débiles al final de la línea de vacunación. Un caso para recordar es India, que suspendió la exportación de vacunas cuando su brote doméstico de coronavirus saturó el sistema de salud. A pesar de tener una renta per cápita baja, poder inmunizar a su población con producción nacional le significó una recuperación económica más rápida, lo que al final se traduce en dinero. Ese es el poder de controlar una actividad, algo muy superior a poder comprar vacunas a un tercero en tiempos de normalidad. No obstante, por más que un país pueda inmunizar a su población, el auténtico bien público mundial de inmunidad de rebaño solo se formará cuando todos los países se inmunicen, por lo que volvemos a la necesidad de un sistema solidario entre Estados.
El hambre también trae inseguridad, y los países solo pueden alimentar a los demás si ya se alimentaron a sí mismos. Si la producción doméstica de alimentos es suficiente para cubrir la demanda nacional, genial exportar, pero no tiene sentido poner a pasar a hambre solo para cubrir compromisos comerciales. Peor aún, las hambrunas traen éxodos con las consecuencias que eso conlleva para los países vecinos. Una forma de proteger al planeta de desastres humanitarios es promover la confiabilidad y resiliencia de la producción de alimentos en todas partes. Dada cuenta de las duras reacciones que los movimientos migratorios pueden suscitar, la seguridad alimenticia debería ser un imperativo acompañado de mecanismos de solidaridad internacional. Si queremos que las personas vivan en sus países, hay que buscar que allí exista suficiente comida, y eso amortiguará sin duda a quienes huyen de hambrunas.
Una de las realidades más penosas del conflicto en Ucrania ha sido ver cómo una nación pequeña ve su existencia amenazada por no tener las armas pesadas con las que los rusos desde lejos atacan al ejército ucraniano. Nos devuelve a la lógica territorial e imperial de siglos pasados, a las espirales armamentísticas que tanto daño le hicieron y le hacen a la seguridad del mundo. El conflicto en Ucrania incita a todos los países vecinos, y a todo el mundo, a adquirir la artillería pesada de la que hoy el ejército ucraniano adolece y por la que están perdiendo el Dombás. Para Ucrania no sería fatídico no producir estos equipos si pudiese conseguirlos sin problemas en el mercado, o incluso de sus aliados. Pero esto no está sucediendo, y muchos jefes de Estado querrán proteger sus naciones del escenario de pesadilla en que hoy se encuentran los ucranianos: presa de un gran poder, y sin los medios para defenderse efectivamente. Esta tarea entonces implica fortalecer los ejércitos nacionales, pero intensificar también la diplomacia. Solo la coordinación y la suma de todos los países brindará seguridad en la actual coyuntura. Por eso es esencial hacer la diplomacia al tiempo que se expanden los arsenales: para que las armas de verdad terminen dándonos más seguridad.
Trabajar la seguridad de los Estados individuales redundará en beneficio de todos. Por eso la comunidad mundial debe empoderar a todas la naciones para que adquieran seguridad alimentaria, soberanía inmunológica y sanitaria, y que si lo necesitan, regularicen y modernicen sus fuerzas armadas para participar de la defensa regional y mundial. Solo cuando todos los territorios tienen Estados efectivos y prósperos, se alcanza la auténtica seguridad mundial.