Las cifras de Colombia son tan escandalosas que tal vez nos paralizan. Llevamos tanto tiempo estando en un escalón tan bajo de la cadena alimenticia de los países del mundo, que se nos hace casi lógico pensar, ante un dato estadístico, que es normal seguir jodidos, un poco más o un poco menos. No nos movilizan una pizca de nuestras tripas, que deberían estar retorcidas o al borde de la úlcera o mínimo de un malestar estomacal, las realidades arrojadas por los fríos números.
No tenemos la mente entrenada para escandalizarnos ante la información de pobreza, brechas de género, desigualdad, hambre, desempleo, desconfianza, ni siquiera ante las tasas de homicidio, que menos sabemos leer ya que se presentan en términos de “cada 100 mil habitantes”. Y si uno no sabe de porcentajes menos sabe cómo leer esa vaina.
El analfabetismo estadístico, sumado a la anestesia que le inyecta a uno un país de noticias perversas sostenidas y taladrantes a cada instante, adicionándole la amnesia producto de los golpes en la cabeza que nos ha dado nacer en esta esquina de América, hace que la mente ya no nos funcione lo suficientemente bien y prefiramos los problemas que si entendemos, que fulano se peleó con perano o que zutano se casó con perencejo que era tan “cualquiercosaquenoimporta”.
Sí se han hecho muchos esfuerzos comunicacionales por entregarnos las cifras en plastilina, a prueba de bobos, para dummies, pero nada, no nos entran. Estamos atascados o nos hacemos los de la vista gorda para no dañarnos el almuerzo.
Pero esto es serio. Va siendo hora de mirar la información, no importa si nos la entregan en documentos de word, cuadros de excel o llenos de dibujitos lindos en infográficos.
Va siendo hora de dejarnos de pelear por un personaje u otro del cuento político y poner la lupa, el ojo, en los problemas reales del mundo, del país, de las ciudades, del barrio; de mirar la información sin sesgo partidista o ideológico.
Porque señores y señoras, hay mucho trecho por recorrer y es responsabilidad de todos ir resolviendo uno a uno los problemas actuales de origen histórico que tenemos como sociedad.
Esta pandemia nos mandó bastante atrás en avances que habían sido producto de esfuerzos titánicos. Y eso que donde estábamos era ya bastante precario, pero ahora sí que quedamos bien atrás en la fila para reclamar la boleta al bienestar social, económico y ambiental.
Ponerse las pilas, como dicen por ahí, es una metáfora que ya no sirve, ya hay es que enchufarse a la luz porque no hay pilas con tanta carga para la energía que necesitan nuestros retos.
Algunas preocupaciones para provocar:
31% de los colombianos se acuestan con hambre, es decir solo comen 2 veces al día.
36% de las personas no tienen red de cuidado.
56% de los colombianos trabajan en informalidad.
El año pasado el ingreso de los hogares más pobre bajó un 32%.
El 45% de los jóvenes, según las pruebas PISA, llegan apenas al nivel 1 de comprensión lectora (el más bajo). Con razón no entendemos nada.
El 24% de jóvenes en Colombia no estudia ni trabaja, de esos 2/3 son mujeres y de esas el 62% trabaja en oficios del hogar.
La pobreza extrema de Medellín creció de 3,7% a 9,1% en el l último año.
El 74% de las personas que trabajan en el campo son mayores de 55 años y después dicen que somos un país agrícola.
El 85% de los jóvenes se informa de la actualidad del país en fuentes no validadas.
En Medellín se pierde la confianza y el optimismo: el 45% de las personas consideran que la ciudad va por buen camino, la cifra más baja desde hace 16 años.
Bueno, en fin, es que es demasiado y aquí no es a ver quién soluciona, sino también cómo nos paramos como individuos ante las cifras.
Que hacer en nuestro día a día. Cómo aportamos puntos porcentuales al bienestar, a la salud, al empleo, a la confianza.
Creer que no le movemos la aguja a las “tortas” es cuando menos irresponsable. Uno a uno vamos sumando millones, pero si uno se convierte en un cero de la ecuación pues sin duda que no aporta; es más, tal vez estorbe.
Si todavía no sabe si usted es parte del problema o si puede hacer algo para estar del lado de la solución, pregúntese:
¿Paga los impuestos completos sin hacer ninguna trampa? ¿Contrata a sus empleados en su empresa, negocito y al servicio doméstico con todas las prestaciones sociales? ¿Desperdicia comida? ¿Ha pedido algún favor político para agilizar un trámite? ¿Les da oportunidades laborales a los jóvenes? ¿Hace chistesitos flojos que perpetúen la brecha de género? ¿Mira cómo oportunidades los problemas para no contribuir a la crisis institucional de confianza?
Justificaciones para hacer mal las cosas hay miles, que no pagan impuestos porque se los roban, que no pagan las prestaciones que, porque “ellos no quieren que los formalicen”, que los chistes machistas son parte de la cultura.
El país de las excusas básicamente.
Todos somos responsables y hay que ponerle el pecho porque aquí nadie nos va a venir a salvar, no se trata honestamente de quien sea el siguiente presidente o de si revocamos a un alcalde, los problemas están muy por encima de la farándula política y sus divertidos capítulos de telenovela, son mucho mas profundos, complejos, estructurales y lo peor, llevan ya demasiado tiempo.
Empiece de verdad pagando impuestos, porque, así como no hay mentira pequeña, no hay robo pequeño, ni corrupto menor.