Los daños causados por Gustavo Petro son muchos, la destrucción del sistema de salud; el crecimiento de los grupos ilegales por la pasividad de la “Paz Total”; el intento de expropiación del ahorro pensional; la irresponsabilidad en las finanzas públicas… pero quizás el mayor autosabotaje que ha presenciado el país en su historia ha sido el intento de acabar con Ecopetrol, nuestra mayor empresa.
No es un asunto de percepción, hay cifras contundentes: desde que Petro llegó a la Presidencia, Ecopetrol ha perdido el 51 % de su valor en la bolsa; en el segundo trimestre de 2025 sus ganancias se redujeron 46 % respecto al mismo periodo del año anterior; y los ingresos cayeron respecto al año pasado 9 %. Un manejo trágico de la mano de Ricardo Roa.
Paradójicamente, mientras Petro celebra la notoria subida de las acciones colombianas (que más se debe a que se le acaba su gobierno, y no a sus decisiones), la única empresa que depende directamente de él sigue en el fondo del pozo. Y no es que a la industria petrolera en el mundo le esté yendo mal, Exxon Mobil, Petrobras, Chevron, Occidental Petroleum… todas han crecido notoriamente en la bolsa.
Eso sí, hay que reconocerle a Petro que en este punto fue honesto durante la campaña, donde prometió claramente que iba a acabar con la industria petrolera. Es un tiro en el pie anunciado y respaldado en su momento, sorprendentemente, hasta por el sindicato de Ecopetrol. Lo que sí es extraño es que, en sus periplos internacionales por oriente medio, parecen no molestarle para nada al presidente “los grandes cocteles y las bacanales” financiadas, en buena medida, por la extracción de crudo.
Ojo, que si la situación ya era grave, se pone peor con la intención del gobierno de vender su participación en Permian, en Texas. De allí, viene el 15 % de la producción de Ecopetrol y sale el petróleo más barato, con costos operativos muy por debajo de los campos colombianos. Es algo que se debe impedir a toda costa. Salvar Ecopetrol debe ser un propósito explícito del siguiente presidente, y de paso, puede ser el camino para generarle más ingresos al Estado y ayudarle en la crisis fiscal que dejará Petro. Oponerse a esta industria es un absurdo, teniendo en cuenta el poco aporte de Colombia a las emisiones contaminantes, nuestros elevados niveles de pobreza y la evidencia científica que despejó los temores frente al fraking. Al contrario, con una Ecopetrol boyante, se garantiza la inversión social y tener los recursos suficientes para financiar la transición energética. Esto es determinante, pues la joya de la corona no aguantaría otros 4 años de mala gestión.
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