Hábilmente, políticos carroñeros como Quintero y Petro supieron poner en el aire un ambiente de podredumbre ¡Que todo iba mal! ¡Que nada podía estar peor! Se les abona la inteligencia; semejante salto al vacío que implicaba votar por ellos solo era posible si muchas personas creían que nada costaba ensayarlos, pues ya estábamos en el punto más bajo.

No solo es falso para Colombia, que ha vivido en el siglo XXI sus años más gloriosos de crecimiento económico, reducción de la pobreza y cese de la violencia, sino también para Medellín, una ciudad que, aunque con problemas, salió de un bache terrible de destrucción y venía de una racha de alcaldes competentes que habían hecho sobresalir la ciudad.

Soy enemigo del conformismo, pues si algo ha elevado a la humanidad es su permanente inconformidad, aún así, tampoco creo en desconocer los avances y progresos de las sociedades: no solo es ver la foto del momento, es ver la película y entender desde dónde empezó el camino. Medellín había logrado mantener, desde Sergio Fajardo, una seguidilla de administradores capacitados,  que incluía en sus gabinetes a personas que llegaban allí por su conocimiento y no por roscas.

Grandes avances en el transporte público; a cada alcaldía se le veían obras nuevas y útiles; reducción de la violencia; crecimiento económico; mejoramiento de las condiciones sociales de los barrios más populares; programas de inversión social mantenidos en el tiempo y un amor cívico por la transformación de la ciudad. No son temas menores, son tan relevantes, que Medellín saltó en el mapa mundial gracias a ello.

Por eso coincido con el llamado de Federico Gutiérrez de “recuperar” a Medellín; excelente palabra. Necesitamos retornar a esas administraciones que lo hicieron bien, que les dolía la ciudad, y que determinaron los avances que hoy nos hacen un referente global. ¡Recuperemos a Medellín! Primer paso para recuperar a Colombia.

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