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Los meses siguientes a la muerte de mi tía tuve muchos sueños con sus pies. En algún punto dejé de verlos y, por lo tanto, dejé de verla a ella. No supe en ese momento qué significó la insistencia de mi subconsciente en que viera lo que –antes sí pero ya no– hacía que ella avanzara. Sigo sin saberlo aún.
Tampoco sé qué me hace querer contar en este espacio ese detalle que ya había borrado de mi memoria. ¿Qué historia cuentan sus pies? ¿Qué idea hacía parte de mí que me hacía centrarme en ellos? ¿Cómo nombro aquí lo que no parece razonable?
Los sueños, frágiles e imprecisos, pueden ser tortura o consuelo. Los sueños, sutiles o cambiantes, pueden ser el consuelo de la idea o el incentivo del miedo. Los sueños, con imágenes y sensaciones de quienes ya no están, son la respuesta de la consciencia. La respuesta a lo que pesa.
Sigo sin saber por qué cuento un detalle tan íntimo en este espacio. Sigo sin entender para qué ilustrar el miedo ya mutilado. Y aunque sigo sin entender, sí sé que anhelo lo que siento mientras escribo: sentir que hablo de lo que dolió desde la abstracción, que en mí no es más que haber olvidado y abierto un nuevo paso.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/valentina-arango/