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“Que me perdones bruja, no ves que te estoy rogando”. Esta era la frase que un hombre le repetía a su pareja en un hotel en la ciudad de Cúcuta. La mujer temerosa de lo que podría suceder intentó retirarse del espacio. El hombre, abrazándola con fuerza la detuvo. Posterior a esto le dijo: “¿por qué lo haces tan difícil?, perdóname que estoy arrepentido, piensa en los niños, sabes que si estamos juntos van a ser felices”.

Esta indignante situación, no se puede confundir, bajo ninguna razón, con un acto de amor y debe ser rechazada por toda la ciudadanía como lo que es: una violencia de género. Según el Observatorio Nacional de Salud, en lo que va del año se han reportado 61.102 casos de violencia física, 34.842 de violencia sexual y 14.375 de violencia psicológica contra las mujeres.

Ante la negativa de la mujer, el hombre se paró de la mesa donde estaba y caminó desorbitado por el lobby del hotel. Su ira se hizo más evidente por medio del siguiente chantaje: “haga entonces lo que le dé la gana, voy a quitarle a los niños”. La mujer aterrada, logró dar unos cuantos pasos hacía la salida del establecimiento, pero de inmediato, el hombre se cruzó y le dijo en voz baja: “vamos para la casa y arreglemos este problema por las buenas, discúlpame». Sin duda, el chantaje emocional es una forma de maltrato psicológico que se vale de la manipulación de sentimientos para controlar a otra persona. Como es evidente en este caso, la persona que chantajea es posesiva, actúa como víctima cuando no se le cumple lo que ha solicitado y genera sentimientos de culpa.

Paradójicamente, dichos comportamientos son defendidos por los agresores ante la justicia, valiéndose de las siguientes explicaciones: enfermedad mental que imposibilita sus funciones cognitivas y la incapacidad de superar determinadas emociones, como lo son, la ira y los celos. Contrario a esto, podríamos afirmar, siguiendo a la Filosofa Martha Nussbaum, que las emociones tienen carácter cognitivo, de esta manera, emociones como la ira, son evaluables y se despliegan con mayor fuerza en determinadas poblaciones, como hechos consientes y arbitrarios. Muestra de ello, es el ataque sistemático sobre las mujeres que, durante el 2024, ha registrado 187 feminicidios a manos de sus parejas o exparejas. 

La mujer inmovilizada por su agresor no aguantó más, y con un grito de auxilio pidió ayuda a los vigilantes del lugar. El hombre, al ver que los huéspedes se activaron a defender a la mujer, elevó el tono de voz señalando: “no pasa nada, no se metan en lo que no les importa”. La seguridad del hotel tuvo que intervenir y detener la agresión. Sin embargo, el tratamiento que se le dio a la situación dejó como perdedora a la mujer, en la medida que, se subestimaron sus declaraciones, en las cuales manifestaba que era víctima de violencia intrafamiliar y que estaba cansada de ser chantajeada. Por su lado, el hombre ahora llorando, narró que su pareja tenía una relación oculta, que lo estaba engañando, y que aun así él había viajado desde muy lejos con el ánimo de perdonarlo todo. Al finalizar, la mujer abandonó el lugar en un taxi y el hombre salió caminando del hotel sin mayor reproche por las personas que observaron el evento.

Minutos después de que se marchó la mujer, fue indignante escuchar a los funcionarios que atendieron el caso comentar lo ocurrido mientras esbozaban una sonrisa. Inclusive, se hicieron chistes sexualizados sobre lo que podría estar pasando, poniendo en sospecha el comportamiento de la mujer y justificando el ataque de ira del hombre.

Desde entonces, no he dejado de pensar en la responsabilidad que tenemos los observadores a la hora de salvaguardar los derechos de las mujeres, quienes terminan perdiendo sus vidas bajo el eufemismo de algunos hombres de, querer a la fuerza. Ninguna vida sobra, todas nos duelen y por este motivo no podemos ser indiferentes, aunque esto implique incomodarnos en momentos del año donde las tradiciones populares nos inviten a bailar al ritmo de: “Dame tu mujer José” y “Mujer que no jode es macho”. Porque es ahí, en los gestos mínimos de las celebraciones, donde se pueden camuflar las violencias basadas en género (VBG) que terminan justificando lo injustificable, como que, durante los últimos meses del año, 21.108mujeres hayan sido víctimas de agresión intrafamiliar en Antioquia.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-carlos-ramirez/

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