Se sigue aclarando el panorama político en Colombia a 42 días de la primera vuelta presidencial. En este mismo espacio escribí hace unos días que resultaba inútil el intento de borrar de un plumazo la opción del centro como pretendían los extremos y que Sergio Fajardo, con astucia y valentía, había logrado mantener viva su campaña en tiempos de dudas después del 13 de marzo. A la espera de las encuestas de fin de abril y, especialmente, de principios de mayo, tengo la impresión de que el pasar de los días ha confirmado la vigencia de las 3 grandes alternativas y que, como dije en su momento, ya nadie se puede sentir tan ganador ni tan perdedor.

Hay muchas maneras de diferenciar a los candidatos. Fico en un debate lo planteó de una forma simple, según su mirada: de un lado está Petro, quien representa un riesgo para la democracia, y del otro los demás, que en medio de sus diferencias, no amenazan la democracia colombiana. Estoy de acuerdo con lo que dijo de Petro pero creo que está demostrado el daño que el uribismo le ha hecho a la institucionalidad del país, basta ver los nombramientos, postulaciones o apoyos de Duque en las entidades más importantes para el control del poder. O se podrían revisar las historias de Yidis, del DAS, de los fugados. O la Fiscalía de Nestor Humberto, Odebrecht y demás. Llevamos 20 años gobernados por el que ha dicho Uribe y en medio de muchas cosas, han puesto su cuota para el desprestigio de las instituciones.

Hay otra manera de clasificar a los candidatos que también se ha usado. Hay un candidato de la continuidad y hay dos candidatos que representan un cambio. Es cierto que Fajardo y Petro implican un cambio en el partido gobernante pero no podemos ponerlos en la misma bolsa, no solo por razones ideológicas sino porque en algunos elementos esenciales Petro se convirtió en más de lo mismo.

La pregunta obligada es ¿Qué es lo que necesitamos cambiar en Colombia? Yo creo que en una lectura tranquila del país se hace evidente un malestar muy grande causado por la desconexión entre una clase política cada vez más rica y poderosa, y una inmensa mayoría de personas maltratadas, asustadas y empobrecidas. Se ha ignorado durante mucho tiempo ese sentimiento, se ha vuelto paisaje el descaro. La gente oye todos los días casos de corrupción en el mismo momento en el que le suben los peajes de vías sin terminar, por ejemplo. Por eso yo creo que el gran cambio en Colombia será tener un gobierno que entienda la política diferente y que rompa con la tradición de contratistas y amigotes, que directamente entienda el gobierno como un acto de administración transparente y enfoque las prioridades del presupuesto en mejorar las condiciones de personas y empresas. Ya vimos en los últimos años que si no se escucha ese malestar y por el contrario se sigue fomentando el discurso del enemigo y la venganza, el país puede volver a la parálisis.

Esto también ya se ha dicho pero vale la pena recordarlo. Para empezar, tanto Fico como Petro han buscado el apoyo de Cesar Gaviria, el zar de la mermelada y la politiquería que brilla  en un mar de apoyos de políticos cuestionados que no dejan de llegar a cada una de las campañas. De ahí en adelante, Petro ha sumado consagrados tramposos como Daniel Quintero, Julián Bedoya, Armando Benedetti o el Cura Hoyos. Fico, se hace el de la vista gorda con los Char y ha recogido a gran parte del establecimiento político en su campaña. Ambos están convencidos de que todo vale para ganar.

Para mí es muy claro que frente al sistema corrupto de Colombia y frente a la agresividad, el discurso del enemigo y la sed de venganza, solo uno de los candidatos representa un verdadero cambio, Sergio Fajardo.

Este es el momento.

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