La alianza de Gustavo Petro ha entrado en un proceso de inmolación desde hace meses, entregando las causas que decía representar a las mafias políticas tradicionales, rompiendo los pactos que había hecho a comunidades, líderes y colectivos a lo largo y ancho del país. Por ejemplo en el Atlántico, incumpliéndole en la lista a la Cámara a Miguel Ángel del Rio, uno de los abogados que lideró la “primera línea jurídica” durante el paro, en Antioquia sacando de la lista a “Aquinoticias” para meter a contratistas de Daniel Quintero, y en la lista al Senado relegando a puestos bajos a Senadores insignes de la izquierda como Wilson Arias, poniendo por encima a personajes sin mérito alguno que se encuentran inmersos en múltiples escándalos de corrupción como Alex Flórez. ¿Cuál fue el criterio para tomar esa decisión? A hoy, no he encontrado ni uno solo de mis amigos en el Pacto Histórico capaz de explicarlo, siempre miran para otro lado y buscan cambiar de tema. 

Además, el hecho de que sus listas sean cerradas implica que no se elige por quién se vota, sino que se vota por todos. Cada voto para el Pacto Histórico respaldará las ambiciones de políticos siniestros a los que les abrieron la puerta a cambio de oscuras contraprestaciones. 

Lo más paradójico de todo es la absoluta ausencia de crítica al interior del petrismo, que otrora acusó inclementemente a los políticos tradicionales y corruptos que ahora recibe con los brazos abiertos, callando o incluso justificando:

  1. La presencia de Luis Pérez: el alcalde de la Operación Orión en la Comuna 13 de Medellín, con vínculos y alianzas con paramilitares denunciadas por Alonso Salazar; y cuyos escándalos de corrupción van desde obras públicas cercanas a predios de su familia, contrataciones irregulares a través de Valor+, destrucción de programas sociales como los parques educativos, despilfarro de recursos del erario en vuelos chárter y vajillas suntuosas, y un largo -interminable- etc. 
  2. Las reuniones con César Gaviria: quien hasta hace muy poco era el responsable del desastre en Colombia por haber traído el neoliberalismo al país y el asesino de líderes sociales por su apoyo a Duque en segunda vuelta en 2018.
  3. La alianza con el pastor Saade: abiertamente discriminador de la comunidad LGTBIQ+, y activista en contra de los derechos de las mujeres.
  4. La inclusión en sus listas al Congreso de candidatos con vínculos con paramilitares. 
  5. El escándalo de Piedad Córdoba: denunciada por su propio equipo por manipular la liberación de secuestrados de las FARC según sus intereses políticos. 

Tampoco han podido justificar la exclusión de las madres de Soacha de la lista al Senado, ni han podido explicarle a Francia Márquez por qué incumplieron el acuerdo de incluir representantes de su comunidad en los primeros renglones de la misma lista, ni por qué le están envolatando la vicepresidencia, en caso de que sea segunda en la consulta. 

El petrismo entonces: cambió a Ángela Robledo, Sara Tufano y los colectivos feministas por Hollman Morris (acusado de maltrato por su pareja); traicionó a la comunidad LGTBIQ+ abriéndole la puerta a un pastor que les discrimina abiertamente; traicionó a Francia Márquez y a la comunidad afrodescendiente para darle sus puestos a políticos corruptos de la cuerda de Daniel Quintero y de César Gaviria (el aliado de Uribe y de Duque); y cambió a las madres de Soacha por Luis Pérez y otros políticos con vínculos con paramilitares.

¿Queda carácter en el pacto histórico para rechazar estas decisiones inexplicables? Los pocos líderes que se han atrevido a denunciar y criticar estas alianzas han sido apedreados en redes sociales por la bodega de furibundos petristas que salen en gavilla a decirles traidores, por romper el silencio cómplice que guardan luego de cada cara que lava Petro, a quien idolatran como un redentor todopoderoso, capaz de convertir a un político corrupto en un aliado para su campaña. 

El pacto, lejos de convertirse en la opción de cambio que prometieron al país, se degeneró en una aglomeración de políticos de toda índole, en el que unos pocos liderazgos valiosos quedaron inmersos en un prontuario histórico que nadie se atreve a denunciar. Resultaron siendo los más tibios para rechazar la corrupción.

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