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Para escuchar leyendo: Nanas de la cebolla, Joan Manuel Serrat.

Nadie entendía cómo vivía aún, era casi un milagro. En esa mañana de mayo de 1996, la voz de Aída Abella se hacía eco en todas las emisoras del país, luego de sobrevivir a un atentado con basuca, disparada en pleno corazón de Bogotá.

El entrevistador, Darío Arizmendi, torpemente le preguntaba por detalles de lo sucedido a una mujer que, como es natural, era presa del pánico luego de un atentado que a todas luces debía acabar con ella. Pero la entonces concejal de Bogotá se sabía vocera, y ahora superviviente, de un exterminio ejercido contra todo un partido político. Encontró fuerzas en lo más profundo de su entraña y le gritó al mundo una frase que podía resumir el horror de aquellos años: nos quieren matar porque somos de la UP.

Razón tenía, más de cuatro mil personas con alguna relación con la Unión Patriótica fueron asesinadas solo por pensar como pensaban, por creer en lo que creían. Otros cientos de militantes se exiliaron o escondieron. Los arrasaron, los exterminaron, acabaron con ellos porque miraban el mundo con ojos distintos a los suyos; lo que en otros países del continente ocurrió en dictadura y censura, la Colombia de la desventura lo toleraba en democracia.

Cada octubre las victimas de este genocidio, que se cuentan por miles, se reúnen en Bogotá para recordar a los suyos, para poner al país frente al espejo y volverle a señalar de lo que fue capaz, de lo que en aquellos años los gobiernos toleraban (cuando menos). Cada octubre los sobrevivientes del exterminio contra la UP nos recuerdan que el horror fue cierto en Colombia, y no permiten que el olvido nos borre que los mataron porque eran de la UP.

Este octubre, el presidente de la República había programado un encuentro con las víctimas, y como jefe de Estado, les iba a pedir perdón por aquella barbarie. No llegó, no llegó como ya se le ha hecho costumbre, sin excusa válida y sin informar.

Doloroso, porque si había un grupo de gente a la cual el presidente no les puede fallar, es precisamente a estos sobrevivientes, a esos muertos. Sin ellos, sin aquella apuesta de paz, sin aquella apuesta de memoria, probablemente Colombia nunca habría escogido a un político de izquierda como presidente de la República. Presidente, tiene tiempo, corrija y pida perdón, recuérdeles a los colombianos que a ellos los mataron porque eran de la UP.

La oposición al presidente enarbola ahora la necesidad de que el Gobierno de explicaciones y presente rendición de cuentas de cada detalle frente al evento, haciéndolo caballo de batalla en su lucha contra el Ejecutivo, desviando la atención de lo verdaderamente importante: la Nación colombiana debe pedirle perdón y reparar a las victimas del exterminio. Señores políticos, juntémonos y garanticemos un sistema político, un país, donde nunca más pensar distinto signifique justificar la muerte. Recordemos que a ellos los mataron porque eran de la UP.

No podemos banalizar lo que ocurrió, la memoria no puede servir como herramienta de ataque político. En Colombia exterminaron un partido político porque pensaba distinto, que a nadie se le olvide; nunca más, contra nadie, nunca más.

¡Ánimo!

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-henao-castro/

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