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Por favor, no me tengan pesar. Estoy cansado de las preguntas, los halagos y las miradas compasivas cuando alguien se entera que voy en noveno semestre de derecho (veo diez materias), hago consultorio jurídico (un requisito de grado que consiste en comenzar a ejercer el derecho), trabajo y, a la vez, tengo novia. Todo al mismo tiempo. Sé que son muchas cosas, no me lo tienen que repetir. Sé que requieren demasiado tiempo, no me lo tienen que recordar. ¿Cómo haces?, me preguntan. No sé, les contesto.
Pero tienes apenas 21 años y debes disfrutar tu vida. No es momento de trabajar. Deberías aprovechar tu vida universitaria. Estás muy perdido en la universidad, no has vuelto a parchar. ¿Cómo estás haciendo con tu novia? Es mejor que recortes tantas obligaciones. ¿Por qué no hablas con tu jefe? ¿Por qué no aplazas un semestre y vas con calma? No deberías estar haciendo tantas cosas en el trabajo. Te vas a reventar. Te vas a quemar. Te vas a explotar. Te vas a… ¡BOOM! Pero bueno, lo importante es que estés contento. Y se van.
Qué fácil es juzgar una cara estresada o a alguien que va de afán. Qué fácil parece ayudar a los demás. Me dan consejos, me invitan a parchar, pretenden rescatarme cuando no me he perdido. De verdad, gracias. No me malinterpreten, pero sepan que no me lleno de trabajo porque busque estatus, reforzar mi ego, o satisfacer a alguien más. Lo hago por mí y para mí. El colegio y la universidad nunca me han parecido suficientes. Me aburren, me drenan, me entorpecen. Quiero graduarme desde primer semestre, pues ya sabía a qué me quería dedicar. Desde entonces, nada ha cambiado. Mis gustos no se han modificado. Desde segundo semestre comencé a investigar y trabajar en los temas que me interesaban. En cuarto semestre ya tenía dos trabajos de investigación. Cada semestre fueron aumentando las responsabilidades, los retos, pero también los aprendizajes y mi felicidad.
Encontraba felicidad en los espacios fuera de la universidad. Las responsabilidades “adicionales” se convirtieron en mi gasolina y la única razón que me ayudaba a ponerme de pie en las mañanas. Las investigaciones, las trabajos y los retos, aunque estresantes, me daban la razón para graduarme que las clases me quitaban día tras día. La universidad me hizo perder la esperanza en el derecho (si es que alguna vez la tuve), pero la investigación y el trabajo me ayudaron – y me siguen ayudando – a mantenerme.
Hoy, estando en noveno semestre, conseguí un trabajo que siempre soñé. Jamás Esperé esa Posibilidad. Es un lugar que amo, que valoro, que me da vida. Trabajo en lo que amo, pero todavía debo ver derecho comercial, sucesiones, seguridad social… Tengo que graduarme. Vivo entonces como una especie de Batman. Por la mañana soy un estudiante al que un profesor no le cree lo que dice, no se lo toma en serio o lo controvierte solo porque es un estudiante. En la tarde personas con más trayectoria que muchos de los profesores me piden conceptos y opiniones. Trasnocho trabajando y debo madrugar a clase. A veces, lo que me explican en las clases es equivocado u obsoleto. En la tarde buscamos usar el derecho para transformar realidades, pero en la mañana debo sentarme a escuchar cómo hacer una sucesión o solicitar una pensión.
Así se pasan mis días. Pero entiendan que no me frustra lo demás. Lo que más me asusta, me entristece y me saca ojeras es la universidad. En el trabajo no tengo problema si un día no puedo dormir porque toca sacar un documento o si debo viajar todo el fin de semana. Prefiero mil veces eso que sentarme a escuchar. Que aburrido y cómodo es el rol de un estudiante de cátedra. Toma notas como un loro para después estudiar, presentar y olvidar. Prefiero usar mi tiempo para aprender lo que me gusta y trabajar en algo más allá de una teoría ortodoxa. Pero me debo graduar…
Eso se puede lograr. No quiero aplazar semestre y tampoco voy a dejar de trabajar. No me importa no tener la vida universitaria que usted, profesora, me dijo que más bien aprovechara en vez de trabajar. Entre otras cosas, ¿qué significa la vida universitaria? Yo también puedo disfrutar. Es raro y, quizás, nunca nadie lo comprenderá, pero hoy mi felicidad la encuentro haciendo documentos, pensando, trabajando el doble de lo que debería y haciendo cosas para las cuales tal vez sea muy joven. Me dicen que debo recortar obligaciones, que debo descansar, pero hacerlo implicaría quedarme solo con la universidad. Quedarme solo con la universidad significaría perder los motivos para graduarme y para levantarme.
Sí, el descanso es importante. El exceso de trabajo no está bien. Lo sé, ¿pero usted renunciaría a su trabajo soñado para quedarse solo con la universidad que no disfruta? Yo, por lo menos, prefiero tener un motivo para levantarme. Así que, por favor, no me tengan pesar.
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