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Otro remezón ministerial

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Amigos lectores, nos encontramos nuevamente ante otro de los remezones ministeriales tan frecuentes en esta Colombia del cambio en reversa. El Gobierno de Gustavo Petro ha vuelto a sacudir las bases de su Gabinete, reemplazando funcionarios como quien cambia de sombrero. De esta forma de proceder errática surge como resultado otra de las características prominentes de su Gobierno: la nula ejecución. En lo que va del año no ha llegado al 10%. Lo cual obedece a que Petro no entiende los ministerios como bajeles sobre los que navega un proyecto de sociedad, sino como cuotas políticas para las casas tradicionales de las que tanto defenestró en su vida como opositor, buscando llegar a esas componendas subrepticias, las que se hacen a voz baja, en lo oscuro, en ese lugar donde el poder muestra su rostro más miserable.

La constante rotación de altos funcionarios genera una niebla espesa de incertidumbre sobre la dirección y las políticas de este gobierno. Los inversores, nerviosos custodios del capital, observan con recelo cada cambio, cada nombramiento, preguntándose hacia dónde soplarán los vientos de la economía. La volatilidad se convierte en la reina del mercado, y la confianza, tan frágil, se desmorona ante la falta de estabilidad. Los mercados son más humanos que nosotros mismos, y también responden a emociones, a la confianza o la incertidumbre sobre todo.

Con cada nuevo ministro, las instituciones gubernamentales sufren, su credibilidad se erosiona y su efectividad se desvanece. La falta de continuidad en los liderazgos no sólo hace menos eficiente el funcionamiento del Estado, sino que abre las puertas a la corrupción, esa que tanto ha minado las bases políticas y morales en este Gobierno. Cuando el timón cambia de manos con tanta frecuencia, el barco del gobierno pierde su rumbo y se hunde en la ineptitud.

Los cambios frecuentes en la administración son como huracanes que arrasan con la continuidad de proyectos y políticas. Iniciativas importantes para el desarrollo del país quedan varadas en el limbo, retrasadas o canceladas por la falta de una dirección clara y constante. Es un círculo vicioso que desgasta al país y a sus finanzas, donde cada nuevo funcionario debe empezar de cero, perdiendo tiempo y aprendizajes valiosos. Eso sería un problema, claro está, en un Gobierno que quisiera en realidad trasformar la base material de una sociedad, cosa que a este no le interesa, aunque se esconda tras el parapeto de lo popular.

Es así como, con una economía estancada, golpeada por la incertidumbre y la falta de dirección, es natural que se agudicen las contradicciones profundas de nuestra sociedad, lo cual el populismo estatista sabe aprovechar muy bien para generar el clima permanente de zozobra que necesita para mantenerse en el poder. Pero estas contradicciones, latentes y peligrosas, pueden emerger con fuerza y desencadenar crisis políticas cuya magnitud no deberíamos querer averiguar, y ojalá el presiente tampoco lo quiera.

Este remezón ministerial, al igual que los anteriores, lejos de ser una ventana o una luz de optimismo en el camino, no es más que la falta de responsabilidad propia de alguien a quien le gusta jugar con candela, sin importarle la vida, el sufrimiento, la pobreza y la muerte.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/julian-vasquez/

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