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Esta semana se fue noticia el “escracheo”, o señalamientos públicos, en contra de un docente de la UPB, de Medellín. Frente a los testimonios y los comentarios en redes, hay dos elementos a lo que quiero ponerles lupa:

Lo primero es que algunas de las estudiantes hicieron alusión a que, inicialmente, no identificaron las acciones del profesor como acoso. Se sintieron incómodas, sí. Intuyeron que él no tenía por qué contactarlas de esas maneras, también. Sin embargo, reconocer que se es víctima en un caso como este cuesta mucho tiempo y dolor, sobre todo, porque las maneras de acoso en esta historia fueron sutiles, casi imperceptibles. Cuando empezaron a hablar del tema, cuando se dieron cuenta de que otras estudiantes coincidían con la sensación de desagrado; cuando escucharon de otros casos en medios y los relacionaron con su propia experiencia… allí, después de mucho tiempo, lograron poner en palabras sus intuiciones. Nombrarlas. Darles forma y reconocerse víctimas de acoso.

Lo segundo es, precisamente, que el modus operandi del docente es refinado. Él sí sabía qué estaba haciendo. Él sí tiene herramientas conceptuales y vivencias que guían su comportamiento de adulto y docente. En relación docente- alumna, los límites están muy claros, y este señor los rompió sin disimulo. No ejerció violencia bruta o visible. Usó herramientas sofisticadas y leves. Pero, en este punto, no hay violencia pequeña.

El ámbito académico no es el más amable para las mujeres. La mezcla entre juventud, belleza e ingenuidad se nos cobra en contra. Sobresalir con inteligencia parece, aún en muchos casos, un imposible. Y hay quienes, conocedores de las inseguridades que nos debilitan, hacen de sus artimañas un sistema cruel y apabullante. Y, frente al silencio institucional que deja en buen resguardo estos actos, el escracheo ayuda, por lo menos, a que las mujeres reconozcamos de manera más rápida los actos abusivos. Nos ayuda a que otras mujeres no sean víctimas de los mismos actos. Ahora, la denuncia anónima o solo escandalosa debilita nuestra voz. Juntas, con volumen y contundencia, hacemos más que calladas y asustadas. Ante la violencia, que el miedo no nos arrebate el nombre propio.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/

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