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Hace alrededor de 8 años me invitaron por primera vez a escribir columnas de opinión.
Para aquella época estaba aún en mis veintes, dedicaba casi todo mi tiempo a trabajar, a leer y hablar de política, estaba al día de todo lo que pasaba en el país y tenía espacio de sobra para hacer análisis jurídicos de cada suceso público. Disfruté mucho de esa posibilidad de plasmar por escrito mis opiniones; intentaba que cada una de mis columnas tuvieran una argumentación sólida y rigurosa desde lo técnico, hablaba siempre de temas muy serios y casi siempre de interés nacional.
Allí escribí por aproximadamente un año y lo dejé de hacer porque la vida me llevó por otros caminos que ya no congeniaban con esa actividad.
Desde aquel momento, extrañé el hecho de tener un espacio propio para contar lo que pensaba y también para leer lo que otros, cercanos o no cercanos, pero lejos de la fama de los medios nacionales, tenían para decir. La escritura siempre ha sido parte de mi vida, así que continué haciéndolo más para mí círculo próximo, que para compartirlo abiertamente.
Hace un poco más de un año la invitación vino nuevamente. No Apto puso a mi disposición este espacio, el cual he venido aprovechando semana a semana, buscando en él una oportunidad y al mismo tiempo una excusa para hablar de lo que se pasa por mi cabeza, de poner en palabras mis razonamientos, de compartir con un grupo de lectores mis certezas y mis dudas y, sobre todo, un espacio que me ha permitido ser yo misma, donde no me coarto, donde me hago responsable de cada palabra, segura de que las mismas no van a ser censuradas.
Varios años más vieja, pero también más segura de lo que soy, mis escritos ahora no se ven siempre obligados a seguir las reglas de la argumentación. A veces denuncio, otras, planteo posturas, y el resto, solo comparto con este mundo virtual mis dudas, mis incertidumbres. En esta oportunidad, contraria a la de hace 8 años, me he dado más libertad para escribir no solo de lo que creo saber, sino de lo que soy, me he permitido ser vulnerable y hasta contar mis amores y dolores más profundos, y aunque en ocasiones se pierda ese rigor técnico que quizás algunos esperan, a mí me gusta más esta versión, más libre, más auténtica.
Celebro con satisfacción el primer año de No Apto y mi primer año aquí también. Aplaudo el crecimiento que hemos tenido juntos y la cantidad de nuevas ideas que he podido nutrir en este espacio. Festejo la llegada de nuevos retos para esta plataforma, que implican para mí también una mayor exigencia, un desarrollo continuo en la construcción de mis ideas.
Porque esto, aunque lo parezca, no es fácil. Pensar de qué hablar cada semana, que no solo me interese a mí, sino que logre conectar a los lectores, es una carga que en ocasiones pesa demasiado. La responsabilidad de escribir y saber que seremos juzgados por nuestras palabras, el deber constante de la entrega semanal, el cometido de buscar siempre la forma correcta de decir eso que queremos, el trabajo persistente de buscar en todo un tema posible.
Así que me permito también celebrarnos a nosotros, los y las columnistas, que con mucho vino de por medio, trasnochadas, discusiones y horas frente a un computador hemos logrado mantener esta hermosa pero grávida rutina de la escritura. Gracias por cada una de sus ideas, de sus pensamientos, gracias por mostrarme lados de ciertos temas para mí inimaginables, gracias por confrontarme y por compartirme sus vidas a través de sus letras.
¡Y que sean muchos años más de No Apto!