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Esteban Jaramillo

Medellín no será la Ciudad de la Furia

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"Llegó entonces la hora de ser valientes, de salir de nuestra comodidad y enfrentar a quienes han querido romper a Medellín, sin desfallecer ante sus ataques vilipendiosos o ante sus mentiras."

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En sus libros, J.R.R. Tolkien creó un personaje siniestro llamado Grima “lengua de serpiente”, quien, representando intereses oscuros y externos, se acercaba al soberano y envenenaba su mente con su lengua viperina, enredándolo en una telaraña de mentiras y tergiversaciones que terminaban enfrentándolo a sus propios familiares y aliados.

A Medellín llegó un personaje similar: Daniel Quintero Calle, quien se ha dedicado a envenenar la mente y los corazones de la ciudad en un entramado de mentiras y cortinas de humo, a través de calumnias y acusaciones sin respaldo en evidencia alguna. El accionar de Quintero ha dejado claro que es la punta de lanza de una toma hostil de Medellín por parte de intereses externos a la ciudad, que poco o nada han hecho por ella y que buscan apoderarse de sus instituciones y de su patrimonio social y empresarial, pues tener el control de ellos les abre la puerta de Antioquia, de su mar, sus montañas, sus ríos y toda su riqueza.  

Estos poderes saben que desestabilizar las sólidas alianzas locales es la mejor forma de entrar en Antioquia. Bien decían los abuelos que “en rio revuelto, ganancia de pescadores”; así, Quintero se ha encargado de revolver el rio, para que pescadores como los banqueros Gilinski, Luis Pérez y Petro saquen provecho. 

Vimos un ejemplo de ello en la reciente OPA de los Gilinski por Nutresa y Sura: Durante más de tres años Quintero construyó una narrativa contra las empresas antioqueñas pretendiendo instalar la idea de que son enemigas de la ciudad, y, días antes de que se cerrara la OPA, en una entrevista en la revista de estos banqueros las tildó de “mafiosas”, comparándolas con Pablo Escobar y las organizaciones del narcotráfico –beneficiando a los propietarios de la revista–. Solo alguien que no haya vivido la guerra del cartel de Escobar puede comparar a las empresas con la bestia asesina que fue la mafia.

Paradójicamente, desde los tiempos del narcotráfico no se veía una maquinaria tan poderosa que se propusiera acabar con el capital social, histórico y empresarial de Medellín y Antioquia como se ha propuesto acabarlo Quintero y sus oscuros padrinos y aliados, entre los que se encuentran Julián Bedoya, Luis Pérez, César Gaviria, Petro, León Fredy Muñoz, los Suarez Mira de Bello, políticos de Itagüí, Envigado y La Estrella, concejales uribistas como Albert Corredor, Nataly Vélez, Paulina Aguinaga y Lina García, el gerente del NO en el plebiscito, familiares de Musa Besaile y su concejal que perdió la investidura. El logro de Quintero ha sido unirlos con el propósito común de saquear a Medellín y de sustituir la alianza Estado-Empresa-Academia-Organizaciones sociales por estos políticos, parcelando la alcaldía y convirtiéndola en fortines burocráticos a su servicio.

Sus acciones han desatado una crisis institucional sin precedentes: cada semana salen a la luz pública escándalos, renuncias de secretarios, subsecretarios y directores, descuido de programas sociales como Buen Comienzo, contratación irregular a través de Metroparques, presiones políticas a contratistas y abandono de escenarios del INDER, cambio de los jardineros profesionales del Jardín Botánico por empresas de polítiqueros (con el evidente deterioro de las zonas verdes de la ciudad), despilfarro de recursos en Telemedellín contratando pauta con medios fantasmas y twitteros que reproduzcan la propaganda del alcalde, y con empresas que crean perfiles falsos que ataquen a opositores; familiares nombrados en cargos directivos en un vergonzoso show de nepotismo; viajes a Europa, a Miami y a partidos de la selección pagados con recursos públicos sin que sepamos si ha regresado el dinero, mientras los bomberos y los empleados del hospital general protestan por la falta de recursos para sus instituciones y mientras los colegios públicos se caen por falta de mantenimiento; un desfile de gerentes de EPM, la reducción de su calificación por firmas internacionales y la cortina de humo de Hidroituango, que, tras años de mentiras, terminó siendo cubierta por las pólizas –que habían sido contratadas y que habían empezado a pagar años antes de que llegara Quintero–. 

Hace 30 años Medellín se sumió en dolor y oscuridad, la crisis desatada por el narcotráfico nos sacudió hasta los más profundo de nuestros cimientos. Pero la crisis de los 90 también nos unió como sociedad, fue un campanazo que llamó a todos a que se preocuparan por la ciudad. Alrededor de la Consejería Presidencial para Medellín unieron sus esfuerzos el sector público, privado, la academia y las organizaciones comunitarias. Confiaron los unos en los otros y se vincularon en la solución de los problemas de toda la vida, cambiando las preguntas para encontrar respuestas diferentes.

Hoy enfrentamos una crisis similar, desatada por la ruptura de la confianza entre distintos actores promovida por el alcalde. No es momento de olvidar lo que aprendimos. Medellín se unió hace años para derrotar a quienes la destruían y construir un nuevo rumbo. Necesitamos un propósito común que nos convoque. Llegó la hora de volver a unirnos desde nuestras diferencias para buscar soluciones a nuestros propios fracasos como ciudad: las enormes desigualdades, la violencia y la cultura de la ilegalidad.

Quintero y su séquito tuvieron la oportunidad –y el honor– de gobernar a Medellín, y se dedicaron a saquearla y a dividirla. Ahora van de salida. La ciudadanía se hartó de sus mentiras, de su incompetencia, de su arrogancia y de su corrupción. El ataque vil de este alcalde advenedizo a las empresas fue su Florero de Llorente. Medellín reconoce el valor de las empresas antioqueñas que, aun en el momento más oscuro, no se fueron a otro país ni a otra ciudad, sino que se quedaron y siguieron construyendo empleo y tejido social.

La ciudadanía será convocada a elecciones para revisar su decisión de confiar los destinos de Medellín al señor Quintero, a quien poco a poco se le agota la retórica de que se trata de una pelea entre uribistas y petristas, y cada vez se ve con mayor claridad que es la ciudadanía y sus líderes los que empiezan a unirse para que Medellín corrija el rumbo: magistrados honorables, rectoras, rectores y docentes, madres comunitarias, líderes culturales, senadores respetables, exalcaldes, activistas, empresarios y ciudadanos se unen con el propósito común que les unió hace 30 años: reconstruir a Medellín.

Llegó entonces la hora de ser valientes, de salir de nuestra comodidad y enfrentar a quienes han querido romper a Medellín, sin desfallecer ante sus ataques vilipendiosos o ante sus mentiras. No se trata de vociferar como hacen ellos, sino de enfrentarlos con argumentos, pruebas, denuncias, etc. Ya llegará la sanción social para quienes patrocinaron y apoyaron las mentiras y la corrupción de Quintero.

Llegó el momento de corregir el rumbo y de trabajar por un nuevo destino para nuestra ciudad. No más mentiras que inciten a la división y al odio. Medellín merece seguir construyendo Esperanza.

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