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Juana Botero

Manifiesto personal para un año electoral

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"No permito que otros me conduzcan al odio, la desesperanza, la venganza ni el fatalismo, seres humanos desconocidos que solo veo en panfletos y memes, no tienen el poder sobre mi percepción del mundo."

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Se acerca sin sigilo por estos días la fiesta de la democracia. A medida que avanza, su aliento se siente resoplando en nuestros cuellos más y más cerca. Se activan uno a uno los sentidos de nosotros, los ciudadanos de este país latinoamericano.

Olfateamos su presencia, observamos cómo empiezan a empapelarse las ciudades, escuchamos las voces con acentos de 32 departamentos que se alzan o se silencian; empieza algo a latir más fuerte.

Se aproxima la fiesta de la democracia, que como cualquier festejo, en principio es alegre, organizada, sobria, llena de colores, con honorables invitados, llena de promesas sobre una noche magnifica; pero que rápidamente se descompone y se deshilachan los manteles, llegan las turbias borracheras, donde se dice más de lo que se cree, se baila más de lo que el cuerpo resiste, se pelean las familias y terminan las parejas. Todo para que al día siguiente en medio del guayabo solo haya culpa, resentimientos, platos quebrados, daños irreparables, comida en el suelo y ese peculiar olor a fiesta trasnochada.

Como experta en fiestas que soy, ya no me ilusiono con que alguna de ellas sea distinta, por esto declaro para mi un manifiesto, uno que me sirva antes de tomarme el primer trago electoral, uno que con mi mente sobria sea mi compañía cuando llegue el día 0 y tenga que vestirme para salir a la pista de baile del bar “La Urna”.

Manifiesto:

  1. El país no se lo está jugando todo, estas elecciones son tan importantes como siempre, no sirve creer que es más importante esta vez, siempre decimos lo mismo.
  2. Los argumentos no suenan mejor vociferándolos, ninguna buena idea puede tener como vehículo un tono agresivo o condescendiente.
  3. Quien piensa diferente a mi, no es un ignorante, sus ojos simplemente observan desde un lugar que no es el mío.
  4. El mundo es más grande que el país, debo tener más perspectiva global, menos fatalismo, no somos tan especiales. Esto pasa, ha pasado y pasará en todos los países democrático del mundo.
  5. Me invito constantemente a ser más consciente, compasiva y empática, las decisiones que se tomen en el país afectan en mayor medida a personas que no tienen siquiera la posibilidad de dar las discusiones políticas.
  6. Los caudillos no son las ideas, tengo la capacidad de separar las ideas de las personas, entiendo que hay alguien detrás de los argumentos, pero me tomo el tiempo de reflexionar sobre el mensaje independientemente del mensajero.
  7. Es importante conocer los hechos, las cifras, las realidades del país para emitir juicios u opiniones, pero me invito a cualificar la información, los datos y los hechos pueden ser interpretados de múltiples formas. Así que son necesarios, pero no bastan.
  8. Entiendo que, aunque los lideres políticos son importantes, todas las esperanzas no están puestas en ellos para que el mundo sea cada vez un lugar mejor. Me invito nuevamente a tener perspectiva y asumir mi propia responsabilidad ante el cambio, que no se agota en las urnas cuando voy a votar.
  9. Cuido mi salud mental, comprendo que nuestros cerebros son permeables y plásticos, por ello genero distancia emocional y de ser necesario, física, de las discusiones que destruyen y que ya perdieron la capacidad de aprendizaje.
  10. Participo y asumo mi rol ciudadano para proponer, conversar, debatir, no me ausento por el temor a hablar de asuntos sociales, políticos, ambientales, económicos. Entiendo que las transformaciones de la sociedad suceden conversando colectivamente.
  11. No permito que otros me conduzcan al odio, la desesperanza, la venganza ni el fatalismo, seres humanos desconocidos que solo veo en panfletos y memes, no tienen el poder sobre mi percepción del mundo.
  12. Soy consciente que detrás de cada candidato hay un ser humano, tan frágil, tan grande, tan imperfecto, tan maravilloso, como yo. No acudo a argumentos desesperados contra el ser humano, eso habla peor del emisor que de quien emite el juicio.  
  13. Me invito al silencio, cuando este sea el mejor argumento o la mejor compañía.
  14. Recuerdo que todas las guerras han iniciado con palabras, por eso le doy la relevancia al lenguaje que se merece.
  15. Disfruto, aprendo, abro mi mente para que estos meses me dejen más de lo que me arrebaten.

Finalmente, vuelvo a poner la mirada en lo que es posible, en el futuro, de nada vale una fiesta enloquecida que dure unas horas, unos días o unos meses, el tiempo no se detendrá después, nunca se ha detenido.

Vivo sabiendo que este momento es importante, pero que los demás también lo serán. No destruyo lo que luego no podrá ser reparado. En los millones de años que llevamos como especie invitada a este planeta, esto es solo un instante, como dice Drexler “Las estrellas dicen que nosotros somos los fugaces”.

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