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Madre sinvergüenza

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Empezaron a llegar las promociones del Día de la Madre. Los correos de todos están saturados de mensajes en teoría bonitos para vendernos cualquier mercancía en nombre del amor que les tenemos a ellas.

La pelea titánica del mercado es por quién vende más este día y quién manda el mensaje más conmovedor. Pero ninguno de los que hasta ahora he leído habla de las madres de hoy porque o siguen anclados en el pasado o sobreexigen a la mujer poniéndola como heroína.

La publicidad, los mensajes de whatsapp y los post en redes sociales, estarán llenos de “eres una mujer valiente querida madre”, “las heroínas son ustedes”; vamos a ver la típica imagen de la super mamá que logra hacerlo todo, trabajar, ser esposa, buena hija, que lava platos y va a juntas directivas, que es capaz de alimentar ejércitos y cuidar la huerta. La madre malabarista se celebrará una vez más.

Y yo no creo que esta sea la imagen que haya que seguir celebrando: la de una mujer sacrificada que logra hacerlo todo como equilibrista, como si llevara una vara en la que de un lado lleva hijos y del otro al mundo, tratando de no caer al abismo, de no dar un paso en falso, de que no se le note el cansancio y el esfuerzo.

Esta debe empezar a ser la era de una nueva madre, una que no tiene que ser capaz de hacerlo todo. Una que no tenga que ser la oda a lo imposible. Porque, aun con todos los derechos que hemos conquistado, seguimos esperando demasiado de las mujeres. Que lo sean todo y a la perfección. Cada conquista parece una tarea más que, en vez de hacernos ganar más libertad, nos ha ido llenando de pesos y expectativas.

Tener derecho a trabajar, a participar en política, a escribir y a estudiar, no significa que nos tengamos que sobrecargar de responsabilidades. Significa que las que se tenían antes, ahora tendrán menos atención. Que, si habitamos más la calle, por supuesto que estaremos menos en casa. Que, si somos profesionales, por supuesto que habrá menos tiempo para la crianza. Que, si conquistamos la libertad de nuestros cuerpos, es obvio que no vamos a dedicarle tanto tiempo a la belleza exterior.

Este día de la madre yo celebraré una maternidad sinvergüenza, una que diga con la libertad que hemos ganado, que está cansada, que necesita que se distribuyan mejor las cargas. Celebraré las madres que no llegan a casa a tiempo, que no están para ayudar a los niños a hacer las tareas, porque no son las suyas. Las madres que no se sacrifican por los hijos, las que por el contrario construyen y nutren una vida para ellas mismas. Le haré honor a las mamás que lloran en frente de sus hijos, que no se esconden. Las que no les siguen los caprichos a todo el mundo, ni hacen malabares. Celebraré a las mujeres que tienen hijos y que siguen siendo mujeres con miles de dimensiones además de su maternidad.

No son malas madres las que trabajan, las que no llegan a tiempo, las que no están presentes en las vidas de sus hijos en cada paso, las que salen de fiesta, las que descansan, las que son seres humanos sin culpas.

Esas son madres de hijos independientes, preparados para la vida real, para vivir en un mundo en donde se vive “destetado”, en el que cada quien debe asumir con responsabilidad su propia existencia y no correr a la falda de la mamá cuando las cosas salen mal o dan temor.

El mundo no necesita heroínas porque, si todos nos hacemos responsables de nosotros mismos, nadie se tiene que sacrificar por otros.

Sean libres, felices, normales, no tienen que ser el sostén de la humanidad.

Los demás, hombres y mujeres, que somos hijos de alguien, no celebremos más los sacrificios, ni los sueños frustrados, ni las vidas perdidas.

Hoy le doy gracias a la mía, a mi hermana y a mis amigas que son madres, por ser unas mamás reales. Gracias por su autenticidad, su rebeldía con lo que esperaban de ustedes, gracias por su honestidad, por no tener vergüenza de ser más que ese rol.

Les quiero decir a ellas y a todas que no les pedimos actos heroicos, que no tienen que hacer milagros. La magia ya la hicieron con decidir dar a luz, con ser mujeres, con su existencia ya son suficientes. Les digo que no tienen la culpa por no ser la mamá de comercial, que eso es, un comercial para que compremos una idea de una humanidad que ya no existe.

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