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En la antigüedad, al Ciudadano Griego se le exigía, sobre cualquier otra cosa, parresía, decir veraz. En las Ciudades-Estado de la época clásica, además del servicio militar, el pago de impuestos, la participación en las festividades religiosas y la paideia, la condición de ciudadano implicaba ser un parresiastés, es decir, hablar con franqueza, y en lugar de callar, adornar o mentir en el discurso, nombrar las cosas como son, más aún en los asuntos referidos a la administración de la polis.
El Diputado de la Duma Departamental, Luis Peláez, ha sido para Antioquia ese parresiastés, ese hombre que, con rigor y disciplina, tuvo el coraje para enfrentar la corrupción y la destrucción generada por la Alcaldía pasada. Durante cuatro años, desde el principio hasta el final, denunció a una Administración que se robó la alimentación de los niños, que permitió que Medellín se convirtiera en un basurero y un burdel, que la infraestructura educativa colapsara, y que entregó contratos a casas políticas tradicionales vinculadas con el paramilitarismo.
Como ha sucedido a lo largo de la historia, la palabra del parresiastés se convierte en una amenaza para sí mismo. Y en el caso de Luis, amenazas no faltaron. Luego de una de las muchas denuncias que presentó ante los Organismos de Control, estas amenazas llegaron una a una durante cinco días consecutivos a sus redes sociales. Además de las amenazas, sobre Luis recayó toda una estrategia de perfilamiento, persecución y desprestigio orquestada por aquellos a quienes denunciaba, y financiada con los dineros públicos de los medellinenses. Así, las redes se llenaron de noticias falsas, cuentas fake y contratistas del Distrito que de todas las formas posibles lo atacaban e intentaban mancillar su imagen, buscando destruir al mensajero para desvirtuar el mensaje.
Pero Peláez resistió. Se mantuvo firme, incólume. Y finalmente sus denuncias tuvieron efecto, en particular una de ellas, que en estos momentos ha dejado al corrupto exalcalde de Medellín a un paso de ser inhabilitado para ocupar cualquier cargo público durante 15 años. Se trata de la denuncia por participación en política, que no se reduce a la nimiedad de un video publicado en X, sino que incluye una acción coordinada en distintos niveles para volcar recursos públicos en función de la campaña que llevó a Gustavo Petro a la presidencia.
Mientras la Estructura Criminal que se instaló en el piso 12 de la Alcaldía pedía trasferencias extraordinarias de los excedentes financieros de EPM y el Concejo de Medellín le aprobaba vigencias futuras, porque, supuestamente, la plata del Distrito no alcanzaba, estos delincuentes desviaban el erario público para pagar a influencers a lo largo del país, que ayudaran en la consolidación y amplificación de la matriz narrativa de la campaña de Petro. Con estos mismos dineros públicos se pagó al estratega de propaganda del dictador Nicolás Maduro y de los Kirchner, Amaury Chamorro, quien incluso apareció junto al exalcalde en un balcón de la Alpujarra mientras pronunciaba un discurso para sus contratistas y funcionarios agolpados en la plazoleta. De igual forma, se crearon cientos de portales falsos encargadas de difundir fake news y se pagaron cuentas en restaurantes de lujo a los que asistían los alfiles del petrismo cuando llegaban a Medellín en su correría política.
Mucho fue el daño, la destrucción y el retroceso que vivió Medellín durante los últimos 4 años. Pudo ser peor, si personas como Luis Peláez no hubieran estado ahí para enfrentar la corrupción. Hoy en día, diversas investigaciones cursan en contra de “Los Alpujarros”, tanto de tipo administrativo como penal. Y si bien es cierto que sería un avance importante la inhabilidad del exalcalde, sólo habrá verdadera justicia para los Antioqueños cuando veamos en la cárcel al cabecilla de la estructura criminal y a sus lugartenientes.
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