Tuve el honor de ser uno de los seleccionados dentro un equipo diverso de personas para la primera cohorte del programa Liderario que desarrollan Proantioquia, Comfama, la Universidad EAFIT y la Fundación Fraternidad Medellín.
La idea detrás de este programa es formar a presentes y futuros líderes en una visión amplia de valor público que sirva para mantener – quizá recuperar – la espiral virtuosa de trabajo conjunto entre universidades, sectores sociales, empresas y sector público.
La invitación inicial, y la posterior selección, me sorprendieron y abrumaron porque no me considero un líder ni me veo así en el futuro, pero me llevó a una idea más amplia: los cambios generacionales del liderazgo.
Creo que gran parte de lo que pasa en Medellín y Antioquia en temas de discusión pública tiene que ver con eso. Pero no me refiero solo a la Alcaldía, al GEA o a EPM. También el sector empresarial más amplio, el sector educativo, el sector social y otros más perdieron fuerza en sus liderazgos y eso atiende, como lo veo, a una brecha generacional o a la dificultad de generar relevos de liderazgos en esas esferas, una vez fueron muriendo o retirándose la generación de líderes fraguada en las épocas aciagas del Cartel y antes del nuevo siglo.
La preocupación por los nuevos liderazgos es legítima y apremiante, de su talante dependerá el rumbo de la ciudad y el departamento en muchos aspectos, y ahí tal vez es donde está el punto central de mi argumento para poder pensar en los nuevos liderazgos: el cambio generacional cambia de manera notable la forma de ser y ejercer como líder también. Los nuevos líderes son y pertenecen a generaciones distintas, en ese sentido no se les puede pedir liderazgos convencionales.
Valores ocupacionales como la permanencia en una empresa o puesto y hacer allí décadas de carrera, la idea de trabajo incansable en horas a costa de toda posibilidad de ocio y vida personal, y actitudes más relacionadas con la esfera privada como la dedicación a actividades no laborales o la afición por los viajes, terminan siendo centrales para entender generaciones recientes y futuras de líderes. Incluso la misma idea de liderar, vista con grandilocuencia, debe ser a su vez revisada. Cada vez creemos menos y buscamos menos heroínas y súper héroes como los que idolatramos en la infancia.
En lo personal, más que pensar en liderazgo me gusta creer en acuerdos colectivos, en conversar mucho sobre los problemas, la necesidad de juntarse y de trabajar en una visión de progreso con consensos amplios y compartidos. El proyecto de ciudad y departamento que queremos depende también de compromisos colectivos renovados, que sean coordinados por personas que vean en este empeño una manera de realización profesional y personal. Necesitamos líderes, pero necesitamos en particular compromisos e iniciativas de trabajo colectivo.
¡Qué esta primera cohorte de Liderario sea la oportunidad de pensar conjuntamente los proyectos que nos importan a todos!