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Viene mi amiga Zulma y nos suelta el asunto como quien tira una carta definitiva sobre la mesa, la carta ganadora o la de la sorpresa, mejor: “A ver cómo les parece este episodio”, fue todo lo que dijo. O lo que escribió en el chat, para ser preciso, un chat de seis donde cinco son mujeres.
El episodio era del pódcast A fondo, de María Jimena Duzán. Machismo literario: ¿por qué el Premio Nacional de Novela está en manos de los hombres? Cincuenta y siete minutos de reflexiones entre la periodista y las escritoras Pilar Quintana (La Perra, Los abismos) Sara Jaramillo (Como maté a mi padre / Donde cantan las ballenas) y Vanessa Londoño (El asedio animal) sobre el papel de la mujer en la literatura. He leído a dos de las tres. A Vanessa la desconocía, pero ya la apunté en mi extensa lista de deudas literarias.
En el chat donde Zulma puso el tema saltaron otros nombres: Natalia Ginzburg, Laura Restrepo, Alice Munro, Marvel Moreno, Chimamanda Ngozi Adichie, Clarice Lispector, María Dueñas, Julia Navarro, Piedad Bonnett, la enigmática Elena Ferrante, Rosa Montero, María Dueñas… Yo sumé a Leila Guerriero y a Idea Vilariño, apenas dos de las pocas que, es cierto, tengo acompañando a Oriana Fallaci, Marjane Satrapi, Margaret Atwood, Albalucía Ángel y a algunas pocas más que se habrán logrado meter en las antologías de cuentos que suelo comprar. Le faltan mujeres a mi biblioteca…
Le faltan mujeres a la literatura, no porque no quieran, claro, sino porque, como en todo lado, las hemos puesto a recorrer el camino más difícil. Pero sobre todo, hacen falta hombres lectores de sus libros. Reviso lo que yo mismo he leído este año y cuento apenas tres, apenas nada: Irene Vallejo, Emma Reyes y Tatiana Tîbuleac.
No todo anda tan mal, me digo. El propio episodio del pódcast es prueba de ello, una discusión necesaria en un espacio cada vez más reconocido de la escena informativa nacional. Se me ocurre un dato más, muy personal, pero algo es algo: de las 16 o 17 personas con las que cursé la maestría en Escrituras Creativas hace unos años, tal vez seis habremos publicado y cinco de ellas son mujeres: Valentina Toro (El pájaro de ébano, Un perro, Los niños imaginarios), Estefanía López (La carne del mundo), Ana María Jaramillo (Destilar), Isabel Botero (Vine a buscar el desierto) y Jenny León (A la orilla de todos los lagos, Margarita despierta).
Y sin embargo, insisto, hacen falta lectores. Hombres lectores. Ojos que lleguen a esas letras ávidos de literatura. Sí, de literatura, así a secas, sin apellidos. Docentes que llenen las clases de textos escritos por ellas, en la primaria, en el bachillerato, en la universidad. Para mis clases incluso, Joan Didion tiene tanto o más que enseñarnos que Gay Talese o Tom Wolfe.
Revisen sus anaqueles, señores, vuelvan y pasen los ojos por sus respectivos tsundokus. Súmenles autoras a sus listas, que seguro les hacen falta. Regalen este año libros escritos por mujeres, léanles a los suyos cuentos escritos por mujeres, lean novelas escritas por mujeres, a ver si vamos cerrando brechas por todos lados.
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