Ofrecen renovación pero hacen alianzas con políticos que, durante las últimas tres décadas, han sido los actores domintes. Sin la más mínima vergüenza se abrazan para la foto con los políticos a los que antes les achacaban la decadencia del país.

Las justificaciones son de cajón, bien conocidas: que la política es dinámica, que la política se hace con políticos… Hasta los que pregonan ser los más alternativos acuden a la tentación de las alianzas con las maquinarias, o cuando llegan al ejecutivo no dudan en crear la suya propia.

Desafían cualquier lógica, esperan tener resultados distintos haciendo exactamente lo mismo. Comprometiendo a sus gobiernos como una torta burocrática, recibiendo a maquinarias que solo se pueden sostener financieramente feriando la contratación del Estado.

En ese sentido, son más coherentes los políticos tradicionales que los “alternativos”. Al menos nos ofrecen su inmundicia de realpolitik directamente y no nos prometen el tan mentado cambio. Hay un pacto cada vez menos histórico y más criminal, y candidatos que definitivamente no se atrevieron a llevar la contraria.