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Esteban Jaramillo

La foto de Quintero

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Esta semana el alcalde de Medellín volvió a llevar a padres de familia al estadio junto a sus hijos, a escucharlo como condición para entregarles los computadores. La primera vez que lo hizo salió silbado del estadio por padres indignados, que no entendían por qué eran obligados a quedarse escuchando a un señor que solo hablaba de sí mismo.

Aclaro algo: la discusión no es si deben o no entregarse cuadernos, computadores, o cualquier herramienta educativa que facilite el aprendizaje en los colegios; lo impresentable de todo esto es la arrogancia con la que el alcalde entrega a la ciudadanía lo que le corresponde por derecho, no como un servidor público que cumple sus funciones, sino como un monarca que asume lo público como si fuera suyo y al que debemos agradecer por su generosidad, cuando los computadores los compramos los ciudadanos con recursos públicos, con nuestros impuestos, y no con plata de su bolsillo.

Además, las cifras de este contrato dejan mucho que desear: de acuerdo con denuncias del Diputado Luis Peláez, a 12 días de que se acabe el contrato de entrega de computadores en comodato, faltan 23.000 mil computadores por entregar, el contrato lleva 1 año de retraso, ha sido prorrogado 4 veces, a hoy han entregado 65.000 computadores y la propaganda que la alcaldía ha regado por toda la ciudad habla de 150.000. Sombras, imprecisiones, mentiras y humo, las constantes de este alcalde.

Por otra parte, los computadores han sido una estrategia de Quintero para desviar la mirada y tapar el abandono en el que su gestión ha sumido a la niñez en Medellín: la ciudad atraviesa la peor cifra de desnutrición infantil crónica desde 2014, este año se redujo en 6.000 millones de pesos el presupuesto para el PAE (plan de alimentación escolar), las bibliotecas públicas cerraron los fines de semana por falta de presupuesto, el 95% de los colegios públicos tienen problemas en su infraestructura física, y Buen Comienzo atiende a menos madres y menores, aunque tiene más presupuesto. No hay computador que remedie los daños de la desnutrición infantil crónica, que son irreversibles y para toda la vida.

Al final del día, el alcalde llevó a cientos de niños para hacer “la clase de programación más grande del mundo” y obtener un Guinness Record, cuya certificación exige un pago. Quedan varias preguntas entonces: ¿Cuánto valió obtener esa certificación? ¿Quién hizo el pago? Y más importante aún, ¿Qué aprendizaje puede quedarles a los niños de una clase con cientos de personas? Pareciera que esto fuese un record para Quintero: Cientos de niños apiñados en una clase, millones de pesos gastados en record vacío ¿y todo para qué? Para la foto. ¿Qué beneficio le trae el record a la ciudad? ¿cómo soluciona los graves retrocesos en los indicadores sociales? Tenemos hambre, colegios que se caen a pedazos, bibliotecas cerradas, menos recursos para el PAE y menos cobertura en Buen Comienzo. Ah, pero tenemos Guinness Record. Una cortina de humo para ocultar una realidad dolorosa.

Pero esto no extraño para Medellín: llevamos 3 años con un alcalde que no trabaja, pero que cita consejos de gobierno a las 5 am y los transmite por Facebooklive para dar la impresión de que si lo hace; que pagó 5.000 millones por un alumbrado el mismo año en el que redujo 6.000 millones de pesos al PAE; que propone poner un letrero como el de Hollywood mientras los colegios públicos se caen a pedazos; que entregó 100 millones de pesos a influencers para que hablaran bien de su gestión… Llevamos 3 años con un alcalde dedicado a “dar visaje” en lugar de dar resultados.

Quintero desesperado busca en Bogotá la aprobación que no encuentra en Medellín: twitteros bogotanos que recibían pagos de Simón Gaviria para compartir sus publicaciones, salieron a la misma hora y en los mismos términos como comité de aplausos de Quintero, alabándolo por los computadores. ¿Coincidencia? Si les pagaron por hacerlo, deberían por lo menos decir a sus seguidores que están haciendo publicidad pagada.

Cabe aclarar que los computadores no se entregaron en el estadio, sino en los coliseos de la unidad deportiva; Luego ¿para qué obligó a padres y niños a ir al estadio, y por qué no los recibió directamente en los coliseos? De nuevo, para que escucharan su historia… para la foto.

Lo verdaderamente ruin es instrumentalizar la necesidad de los niños y niñas de Medellín para satisfacer la vanidad del alcalde, ¿por qué obligar a los niños a ir al estadio en lugar de entregar los computadores en las aulas de cada colegio? Quintero invierte la lógica del servicio público: no es el funcionario el que lleva su trabajo a la gente, sino la gente la que debe ir a él. Sustituye la figura del alcalde que sirve a la ciudad, por la del monarca generoso con el pueblo, olvidando que los recursos con los que se adquirieron los computadores no son suyos sino de toda la ciudad, que vienen de los impuestos de las todas las personas, incluidos los padres que tenía al frente y a los que pareciera presionar para que lo quieran a las buenas o a las malas, obteniendo siempre un resultado contrario al esperado.

Me pregunto cuánto le costó a Medellín la logística para la foto de Quintero, cuánto le costó el record, cuánto le han costado los influencers a los que les pagaron para que le aplaudieran…

Me pregunto cuánto le costará a la ciudad pagar la factura de la vanidad de Quintero, en los 4 años de su pésimo gobierno.

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