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Hace unos meses, el caricaturista X-Tian había retratado al director general de la Policía, Henry Sanabria, como un caballero templario, la poderosa orden político religiosa de aquellos años oscuros del medioevo.

—¿Para qué ese disfraz, mi mayor general? —se lee en el bocadillo.

—¿Cuál disfraz? —responde la caricatura del policía.

Dicen que fue Porfirio Díaz (o por lo menos es él quien carga sobre sus hombros la autoría) quien dijo aquello de que el problema de México es que está muy lejos de Dios, pero muy cerca de los Estados Unidos. Tal vez el problema de Colombia sea, por lo menos en la mita del enunciado, el contrario: parece ser que estamos muy cerca de dios. Esta tierra es fértil en meapilas.

Y allá cada quien en lo que cree, en lo que deposita su fe, rezos o energías, me da lo mismo que se sientan en equilibrio con el universo, le prendan velas al dios de los cristianos o hagan sacrificios a cualquier otra deidad. Allá cada quien con sus infusiones o sahumerios.

Pero aquí, en esta tierra de fervorosos y devotos, el asunto es que cada tanto nos cuelan a uno de estos que se sienten ungidos por su divinidad para ejercer cargos de poder.

La exfiscal Viviane Morales, luego como senadora, intentando sacar adelante un referendo para evitar la adopción por parejas del mismo sexo; el exprocurador y luego Embajador en la OEA, Alejandro Ordóñez, y su persecución a cualquier asunto que permitiera avances en aborto, matrimonio entre parejas del mismo sexo, el proceso de paz y la eutanasia. A la hoguera con todos.

Y ahora Henry Sanabria. El director de la Policía quien ha preferido de aquellos dos conceptos  que sirven de lema a la institución —dios y patria—, aferrarse la primera. Tampoco es que el asunto de la patria me parezca particularmente atractivo, pero quedémonos con lo teológico. Ya hace unos años Humberto de la Calle había propuesto revisar ese lema y hay que ver cómo se enfureció la derecha de este país, que siempre parece tener el bidón listo para cuando haya conatos de incendio.

Que quede claro algo: no se trata de perseguir a nadie por su credo, pero mejor si lo dejan para su fuero interno. Las recientes declaraciones del general Henry Sanabria no son problemáticas por sus creencias particulares, pero sus prejuicios (y mentiras y desinformación amplificada gracias al micrófono que le prestó la revista Semana) son la evidencia de que al director de la Policía su fe, o lo que Sanabria entiende de ella, lo aleja de su rol como servidor público y lo acerca más al del devoto irracional. En una institución urgida de cambios, ¿es ese el personaje idóneo para dirigirla?

Otros escritos por este autor: https://noapto.co/mario-duque/

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