“Que el futuro sea desconocido es, para algunos, la manera que tiene Dios de suturarnos en, o al, momento presente.”

Bluets. Maggie Nelson.

Una manera bonita de contemplar la historia propia es viajar por sus ciclos a través de la memoria. Cuando estaba chiquita, llegado el punto en el que me sentía harta en mi casa —harta de los no como respuesta o de la imposibilidad de crecer más rápido—, agarraba bolsas de mercado y empacaba ‘mis cosas’, decía que esta vez sí me iba para siempre, cerraba con fuerza la puerta principal y, paralizada por la conciencia del paso dado, me sentaba en las escaleras afuera con mi equipaje fugaz.

No sé si aguantaba minutos, no recuerdo tanto la espera como la certeza inmediata de tener que tocar el timbre con el orgullo bien empacado en las bolsas, para entrar veloz y furiosa, sin mirar a nadie, a desvanecerme en mi habitación, de la que tendría que volver a salir con la cabeza agachada para comer.

Crecer —vivir— es volver siempre a los lugares, las personas o las costumbres esenciales, aunque duelan o aunque juremos que es la última vez. Decía Martín Caparrós en su primera columna de 2022 que el concepto de año es, junto con el de país, una de las ficciones que más nos hemos creído. “Olvidamos que lo hemos inventado y lo vivimos como si existiera y así lo usamos, cada fin de él, cada comienzo, para creer que algo se acaba y algo empieza: que hay un corte, que seremos ligeramente otros”.

Ese inicio representa una hoja relativamente en blanco, una especie de tregua. De algún modo, es tocar la puerta de la casa con el mismo equipaje, aireado gracias al movimiento, con la convicción de regresar porque hay que volver a intentar. La vida es un ir y venir en el que no podemos sino seguir siendo quienes somos dentro de una inmensidad de matices. No hay otro lugar en donde nos amen más o en donde podamos existir.

Pero nada tan difícil como empezar. El comienzo es incomodidad, pasar de la quietud al movimiento para enfrentarse a la incertidumbre y aferrarse a la voluntad. Por eso esa ficción de ‘año’ que hemos aceptado es tan valiosa como símbolo de oportunidad, así sea para volver a fallar en lo que nos hemos acostumbrado a fallar. Un nuevo presente para ser la versión actual de nuestra historia.

“Todo era como debía ser, pero no lo era”, dice la esposa de Christopher Hitchens en el epílogo de Mortalidad. Nunca será como esperamos, pero la garantía es que al andar se abren caminos desconocidos y nos redescubrimos en esos ciclos que inevitablemente recorremos. En el pensamiento un año suele parecer eterno, pero sus instantes se esfuman, así que hay que acariciarlos. Como dice Íñigo Redondo en Todo esto existe: “Camina y piensa en la velocidad a la que se vive. La velocidad a la que se deja atrás el presente. El tiempo que tardan en desaparecer los recuerdos, en ser erosionados, barridos, disueltos”. En realidad, no había tanto afán de crecer.

A veces, desde un espacio distinto de la casa, mi esposo me llama ‘¡china!’ y yo le respondo con la certeza de que me oye, a lo que simplemente sigue un silencio. Entonces sonrío al comprobar que solo quería sentirme, comprobar que yo estaba ahí como una forma de sosiego para continuar, como el hilo invisible que ancla el presente fugaz y caótico en la paz.

Así ninguno de aquellos breves abandonos de ese hogar en el que fui feliz siendo niña haya llegado más allá de las escaleras del edificio, el hecho de recordarlos hoy vívidamente significa que influyeron en la construcción de mi mirada. En esas idas y venidas aprendemos sobre la lucha y comprendemos lo que amamos, a lo que no estamos dispuestos a renunciar. Tanto irse como volver son símbolo de esperanza, de ese movimiento constante que nos recuerda que estamos vivos.

Termino con estas palabras de Maggie Nelson en Bluets, porque solo estar aquí hoy es una maravilla indescriptible, suficiente para volver a empezar: “El semicírculo de océano turquesa que ciega es el escenario primordial de este amor. Que ese azul exista vuelve a mi vida extraordinaria. El simple hecho de haberlo visto. De haber visto cosas tan hermosas. Encontrarse en esa niebla. Sin elección.”

Hay que aferrarse a los hilos invisibles. Amarran la vida.

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