Para escuchar leyendo: Ponme, Pala y Jorge Drexler.
Hay una noticia bonita en Medellín y Antioquia. Este año se ha dado, por fin, el regreso triunfal de la Bienal Internacional de Arte de Antioquia y Medellín (BIAM). Después de más de cuatro décadas, esta resurrección cultural es mucho más que un evento; es un espejo que nos devuelve la imagen de una región decidida a retomar su lugar en la conversación artística global, de un territorio que es capaz de producir grandes ideas y, sobre todo, de hacerlas realidad.
Esta no es la primera vez que la ciudad asume un reto de esta magnitud. Los que somos ñoños por la historia de Medellín, recordamos con afecto que, entre 1968 y 1972, las Bienales de Arte supieron hacerse importantes en una ciudad que apenas se abría al mundo y que forjaba su destino a golpe de industria y comercio. Recordamos que esta ciudad ya era capaz de convocar a artistas de talla internacional en las recordadas Bienales de Coltejer. Aquellos encuentros fueron producto de un esfuerzo decidido del sector privado y la sociedad que entendían el arte no como un lujo, sino como un motor de desarrollo. Era una ciudad con audacia, que se atrevía a ser vanguardia cuando aún se la consideraba provincia. Vestigios de aquella locura hermosa se pueden disfrutar hoy en nuestro Museo de Antioquia, el museo de todos.
La actual BIAM recoge ese espíritu pionero, pero le suma una visión moderna y, sobre todo, profundamente territorial. Uno de sus aciertos más notables es su agenda descentralizada. El arte contemporáneo no se ha quedado confinado al Valle de Aburrá, sino que se ha extendido por las nueve subregiones de Antioquia y varios municipios. Al llevar la Bienal a los pueblos, se rompen las barreras geográficas y simbólicas, haciendo del arte un derecho y una conversación colectiva, y no un privilegio de la urbe. Es una forma efectiva de construir tejido social y activar el pensamiento crítico en cada rincón del departamento. ¡Que Antioquia es mucho más que el AMVA!
Es preciso también, queridos lectores, aplaudir la elección de sus sedes. La rehabilitación de espacios tan emblemáticos como el antiguo Edificio de Coltabaco –transformado ahora en el vibrante Pabellón Antioquia– es un acto de gran significado. Al dotar de un nuevo propósito a la arquitectura industrial, se fusiona el pasado productivo de la región con su futuro creativo, dándole un escenario único al arte contemporáneo, junto a otros íconos como el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe y el Museo de Antioquia. Poder disfrutar del Coltabaco como espacio público justo antes de que se nos vaya por entre las construcciones de un desarrollo inmobiliario, es en sí mismo un acto cultural generoso con esta ciudad.
La BIAM 2025 nos ofrece más de 120 artistas nacionales e internacionales, con obras de instalaciones, videoarte, performance, pintura y más, todas con la entrada de acceso libre. Esta es una oportunidad única para que ciudadanos y turistas se acerquen a al arte.
El regreso de la Bienal es una buena noticia que debemos celebrar. Es un compromiso con la cultura, la memoria y el futuro. La invitación está abierta: Visitemos la BIAM 2025. El arte estará expuesto hasta el 25 de noviembre, ofreciendo una programación rica en exposiciones, talleres y conversatorios, en Medellín y más de 15 municipios.
Que este renacer no sea un evento aislado. Es el momento de que la Bienal de Arte de Antioquia y Medellín se fortalezca, se consolide y se convierta en una cita inaplazable en nuestro calendario. El arte ha vuelto a casa; ahora, asegurémonos de que se quede para siempre.
¡Ánimo!
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