A Medellín le está haciendo falta una mirada crítica y colectiva. Una mente capaz de leer el momento en el que estamos —que es muy distinto a desagregar por ciudades lo que dice el DANE—, una voz capaz de cuestionar esos flujos absurdos de dinero, que se pregunte por qué hasta ahora no se ha reducido la proporción de hogares sin acceso a las tres comidas diarias, que sea capaz de evidenciar la velocidad con la que crece esa ciudad de los asentamientos irregulares.
Medellín ya tiene suficientes aduladores que creen que todo va de maravilla. Esa complacencia que celebra la favorabilidad individual, pero pasa derecho por el escrutinio de los resultados de gobierno, los vacíos y los yerros, es lo que termina abriendo las grietas para la llegada de populismos. En Medellín ya vimos que una vez llegan al poder, son capaces de destruir lo que tanto costó edificar.
Entre tantos silencios, hay unos aterradores: ¿Que tal el del Concejo de Medellín? Una corporación colegiada que parece tener una sola voz: la del alcalde. Los demás —con una excepción— la repiten en otros canales, tonos y una que otra mueca o pirueta innovadora. Ha sido tal la complacencia que hoy tan importante espacio se acerca a la irrelevancia. En los pasillos del Concejo parece primar el interés por quien tiene más likes y reproducciones en sus videos, como en una carrera para ver quien logra congraciarse mejor con el del piso 12.
Es fundamental que Medellín recupere su capacidad de diálogo por medio de una conversación franca y sincera sobre su presente y su futuro. La prosperidad que vemos representada en la opulencia de los nuevos restaurantes y hoteles no es, ni de lejos, el mejor indicador para tomarle el pulso a la ciudad; más bien contrasta con los datos de pobreza y la inseguridad alimentaria que persiste en los barrios populares.
Lo ganado por la ciudad no es para siempre; menos en una ciudad con las complejidades de Medellín. ¿O acaso el incremento de muertes violentas en la zona Nororiental no es suficiente alerta de lo que puede regresar a la ciudad en términos de defensa y protección de la vida?
Medellín no ha tocado ningún techo y aún tiene mucho para avanzar, para eso es importante que no le cierre el paso a una fórmula conocida: el diálogo y el encuentro ciudadano —con acuerdos y desavenencias— hay terreno fértil para construir futuro, en el ‘hagámonos pasito’ solo hay aridez y los riesgos de repetir los errores que Medellín ya conoce.
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