Hablemos de apuestas

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Creo que mi recuerdo más antiguo sobre el juego es de escuchar a amigos del colegio en décimo u once hablando de ir al casino. No muchos han alcanzado la mayoría de edad para esa época, por lo que sería correcto asumir que los lugares a donde supuestamente iban no tenían control de edad, o que ellos lograban burlarlo.

El siguiente es de la época de la universidad. Allí nunca me invitaron al casino, pero sí escuché compañeros hablar de experiencias en estos. También oí hablar de las apuestas deportivas por primera vez cuando empecé a estudiar economía; recuerdo tres o cuatro compañeros que llegaban al salón a hablar de estas y recuerdo también cómo navegaban los sitios de apuestas durante las clases. Más de una vez los vi lamentándose o celebrando e incluso comparaban pérdidas y ganancias como saludo matutino.

Se podría decir que las apuestas deportivas en línea despegaron en 2018, cuando la Corte Suprema de Estados Unidos invalidó la prohibición de apuestas en deportes a nivel federal, permitiendo que cada estado regulara la materia. Por supuesto, ya existían las apuestas online y en muchos otros países, pero esto impulsó la competencia y la inversión en innovación y desarrollo que las han llevado a alcances que nadie había imaginado y niveles de profundidad que rayan con lo ridículo.

Por ejemplo, en Colombia la influencia de las apuestas a través de publicidad es tan alta, que hoy van de la mano con el fútbol, la mayoría de transmisiones en el país las presentan como si fueran estadísticas deportivas y con apariencia de análisis profesional. Durante el mundial de Qatar en 2022 las apuestas deportivas crecieron un 67% en el país y se estima que con los torneos continentales, este año vayan a crecer hasta un 40%. No cortos ni perezosos los operadores han incorporado juegos de casino a sus páginas web y permiten apostar hasta en torneos de FIFA -el videojuego de fútbol- y en partidos de la Kolmonen, la quinta división profesional del futbol finés.

El primer casino en línea “Gaming Club Casino” se inauguró en 1994 con juegos como la ruleta, el blackjack y las máquinas; el mundo del juego en línea tiene ya una larga historia. Sin embargo, creo no equivocarme si afirmo que mi generación fue la más indicada para exponerse negativamente al auge de las apuestas deportivas. La Defensoría del Pueblo de Buenos Aires presentó hace poco un informe donde detallan el incremento de ludopatía en jóvenes y explican que el perfil del jugador ha dejado de ser adultos mayores de 45 para ser jóvenes entre los 15 y los 35; hoy en Argentina el 12% de los jóvenes entre 15 y 24 años afirma haber apostado en línea al menos una vez.

En España hay una situación similar, el Estudio de Prevalencia en el Juego 2022-2023 afirmó que los jóvenes entre 18 y 25 años son la población con mayor riesgo de desarrollar ludopatía; en este país hay cada vez menos jugadores, pero al tiempo, el perfil del jugador es cada vez más joven y las cifras de desarrollo de trastornos relacionados con el juego van en aumento.

En Colombia no hay todavía estudios que analicen esta situación después de la pandemia. Lo que sí hay es evidencia amplia sobre el masivo crecimiento de las apuestas en línea, un mercado que está a punto de reunir un 1.2% de nuestro Producto Interno Bruto; y también, indicios de potenciales problemas con la publicidad de las casas de apuestas: uso de símbolos patrios, presentación de jóvenes como participantes del juego y asociación con figuras deportivas que les dan validez. Las apuestas pueden ser divertidas, pero no son un juego. Colombia necesita hablar más de esto y los jóvenes de mi generación tenemos potencialmente la mayor relevancia. Yo no soy el único que ha jugado, ni el único con amigos que lo han hecho o lo hacen con regularidad. Vale la pena parar un minuto, dejar de normalizarlo y decir: hablemos de apuestas.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-estrada/

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