Estamos a una semana de elecciones. Esta cita que nos ponemos las democracias (para discutir si somos o no somos una democracia, les recomiendo la columna de Santiago Silva ¿Una democracia? En No Apto) cada tanto con el fin de definir quienes serán esas personas, esos grupos de poder y esos supuestos ideales que trazarán las decisiones de gobierno en los años subsiguientes.

Estamos a tan solo unos días, y aunque en la televisión, la prensa y las redes sociales vemos y escuchamos discursos, ideas, posturas de todos (o por lo menos de los más opcionados) candidatos, hay todavía un ámbito donde este tema pareciera prohibido: las organizaciones o empresas privadas.

En las elecciones pasadas se hizo bastante conocido el caso de una empresa de re nombre nacional, donde ofrecían una bonificación a sus empleados si mostraban una foto votando por el candidato que la empresa abiertamente apoyaba. No es a esto a lo que me refiero. Esto claramente es un abuso de poder del empleador sobre su empleado y el ejercicio de una fuerza desmedida para apoyar cierta causa política.

Me refiero a tener discusiones abiertas, reflexivas, donde medie una escucha activa, respetuosas y plurales sobre la política electoral, sin presiones por determinado candidato o partido, sino con el mero interés de hablar sobre eso que es tan importante hablar, pero que por siempre hemos reprimido: la política.

Los resultados de unas elecciones nos incumben a todos. Nuestra vida diaria, su calidad, la forma en que la vivimos, las libertades de que gozamos y el mercado en que competimos se ve claramente afectado en múltiples ámbitos por los resultados de unas elecciones, y entonces, aunque este es un tema fundamental para nosotros los que vivimos en sociedad, callamos en el ámbito organizacional su importancia y desaprovechamos las interrelaciones formadas gracias al trabajo para discutir nuestro futuro, nuestros intereses y por supuesto para fortalecer esa democracia participativa que pretendemos ser.

La mayoría de nosotros pasa la mayor parte de su tiempo conectado a la empresa u organización para la que trabaja y, dejando de lado conversaciones informales alrededor de un café, son casi inexistentes los espacios que la empresa dispone para la discusión política de sus empleados. ¿Les ha tocado a ustedes que su empresa organice debates, conversatorios o discusiones a cerca de las elecciones que se acercan? Si la respuesta es si, ¿se ha sentido libre de expresar su verdadero pensamiento político en estos espacios sin temor a represalias por parte de sus jefes o demás compañeros? ¿se habla tranquilamente de los candidatos y sus posturas frente a temas tan polémicos como el proceso de paz, el aborto, el porte de armas, Venezuela, entre otros?

Yo hoy, no conozco ninguna organización en que se den este tipo de espacios, sin que los mismos sean un escenario para la promoción de cierto partido o candidato financiado por la empresa o sus directivos. No conozco una experiencia donde los empleados, en espacios propiciados por la misma organización, expresen su intención de voto y las razones que los llevaron a tomar esta decisión y de esta manera se de pie a un debate reflexivo sobre lo que estamos construyendo como sociedad. No digo que no existan, solamente no los conozco, así que si usted, querido lector o lectora, es un afortunado que presta su tiempo y conocimiento a una organización abierta, inclusiva y respetuosa por la diferencia, le agradezco me lo haga saber que me gustaría estudiar el caso.

Yo por mi parte, haré esta semana mi propio experimento en la organización que hoy dirijo, propiciaré un espacio para el debate alrededor de la política electoral que nos permea y procuraré que mis colaboradores lo entiendan como un escenario de intercambio y reflexión desde lo público, más que de influencia por un voto en particular.

Porque es tarea de todos hablar de lo importante, y la política electoral, sin duda lo es.

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