Do you hear the people sing?
Singing a song of angry men?
It is the music of a people
Who will not be slaves again!
¿Oyes a la gente cantar?
¿Cantando una canción de los hombres con rabia?
Es la música de un pueblo
que no será esclavo de nuevo.
[…]
Will you give all you can give
So that our banner may advance
Some will fall and some will live
Will you stand up and take your chance?
The blood of the martyrs
Will water the meadows of France!
¿Darás todo lo que puedes dar?
para que de esa manera nuestra bandera pueda avanzar
Algunos caerán y algunos vivirán
¿Te pararás y aprovecharás tu oportunidad?
La sangre de los mártires
regarán los prados de Francia.
[…]
Les misérables.
Victor Hugo
¿Quién en sus cinco sentidos puede negar que Francia Márquez es un fenómeno electoral? No sólo obtuvo la segunda votación en la consulta del Pacto Histórico, detrás de Petro, y superó en números a Fajardo, contendor político desde el centro, sino que se posicionó como una mujer negra y pobre (sí, así, nada de “afro” y “humilde”) fundamental en la reivindicación de lo que desde el clasismo más puro se llama “la Colombia profunda”, o sea, la Colombia de millones de compatriotas, la mayoría por cierto, que lleva décadas esperando a que desde la Colombia… -¿si no es profunda será “superficial”?- decidan qué restos de derechos les llegan en diferido.
Francia es el símbolo de un país ninguneado; ese al que los presidentes van solo cuando hay problemas de orden público y del que salen corriendo para cumplir con el horario del coctel que los espera en la Colombia de bien. Un país que existe cuando alguno de “los suyos” es famoso en un deporte o cuando es motivo de un cubrimiento corto por algún noticiero que menciona una masacre o el asesinato de un líder social en esa parte el país con la misma frialdad con la que habla de los indicadores de la Bolsa de Valores.
La expresión “los nadies y las nadies”, como los nombra Francia y que los preocupados por la gramática al mismo nivel en el que odian los derechos de los demás critican como violación a las reglas de etiqueta y buena urbanidad, resume el sentir de gran parte de los colombianos que han visto cómo el poder, no importa el apellido, el espectro ideológico ni el momento político, les ha dado la espalda y los ha condenado a la soledad de quien puede ser condenado a ésta porque se considera un ser de segunda categoría, un paria, otro negro sin apellidos ni relaciones que importen en el juego del prestigio y los intereses.
A esos “nadies”, Francia los escucha cantar y decir que su música es la música de un pueblo que no quiere ser esclavo y que hay una vida nueva que está por empezar. Los siente porque son suyos y los mira como se mira a ella misma, con la fuerza y la valentía que debe tener quien ha nacido para ser aplastado.
Sí, Francia no está preparada para ser presidente ni vicepresidente, pero esa no es la discusión que debería darse alrededor de ella. La discusión, en sentido estricto, debería reconocer su símbolo, la fuerza de su mensaje y las reivindicaciones que toman carne y hueso en su figura.
Si no escuchamos los ecos de los tambores que resuenan con la presencia de Francia en lo alto del escenario político nacional, si evadimos debatir sobre los problemas más arraigados de una parte olvidada del país, si nuestras pasiones electorales nos ciegan, ensordecen o enmudecen alrededor de uno u otro apellido de turno, no comprenderemos que la llama negra nos puede dar la luz suficiente para empezar a recorrer un camino de unión en el que el clasismo y el racismo no sean más las expresiones del odio, la rabia y la soberbia.