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Enjaular la cultura

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Hace 13 años, la ciudad y las autoridades cruzaban los dedos para el que sería el primer partido en la historia del Atanasio Girardot sin mallas, después de meses haciendo pedagogía con las barras para el Mundial Sub-20 (algo que para muchos era impensable, imposible). Así fue como Medellín pasó de años de mallas, rejas y agentes de ESMAD en cada tiro de esquina, a una ciudad que, con contadas excepciones, se demostró a sí misma que podía disfrutar del fútbol de manera pacífica.

Traigo esta historia como anécdota para ilustrar el poder que han tenido las intervenciones integrales que buscan solucionar los problemas de fondo, historia que viene bien para la discusión sobre la medida inocua de cerrar la Plaza de Botero.

Esta Plaza es uno de los principales lugares patrimoniales de Medellín y un maravilloso conjunto cultural: un museo al aire libre con 23 esculturas donadas por Fernando Botero hace más de 20 años, el Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia en ese bellísimo edificio que fue sede de la Gobernación y el Museo de Antioquia, que  existe desde 1872 y es la entidad elegida por el maestro Botero como receptora de sus obras.

En una carta dirigida al alcalde, gestores culturales, activistas, docentes y personas preocupada por el centro de la ciudad nos unimos para exigirle a Quintero que no cerrara esta Plaza, y que, de manera concertada, encontráramos una solución para los problemas de deterioro social que se evidencian en esta parte del centro. No se puede hacer una intervención sobre la Plaza Botero sin tener en cuenta al Museo de Antioquia y al Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia.

A su vez, el gremio “Medellín en Escena” (que aglutina 21 salas de teatro de la ciudad) envió una carta al secretario de Cultura Ciudadana, llamando la atención sobre la política cultural de esta administración por considerarla errática y desconocedora del legado que por más de veinticinco años traía la ciudad en esta materia. Resaltaron la ausencia de una hoja de ruta por el incumplimiento en la elaboración de un plan de desarrollo cultural y solicitaron la atención inmediata en 10 puntos del mundo de la cultura en Medellín, entre los cuales incluyeron “No encerrar la Plaza Botero, abrir mejor un gran programa de recuperación de la zona desde la cultura y el arte, no desde lo policial y coercitivo.”

Y aquí el punto más delicado: el propio Maestro Botero tuvo que desmentir al alcalde, que buscando justificar la medida dijo en su consejo de gobierno que habían decomisado navajas y que la familia del maestro estaba a gusto con el cierre del espacio. Frente a las mentiras de Quintero, el Maestro Botero expresó en una carta pública su  inconformidad ante el cierre de la plaza, cuestionó la medida y pidió reabrirla para que el espacio se devolviera a la ciudadanía, recalcando que cualquier tipo de decisión debe ser consultada con el Museo de Antioquia y que ese espacio se concibió como de libre movilidad para la ciudadanía y así debe permanecer. Dijo el maestro:

“(…) quiero expresar que desde siempre mi voluntad fue que este espacio fuera para toda la ciudadanía y que el Museo de Antioquia fuera su principal cuidador. Cualquier tipo de intervención debe contar con el Museo, tanto en la conservación como en las decisiones en torno al espacio público.

La Plaza es un espacio artístico del Museo de Antioquia y de Medellín, así se concibió y bajo ese concepto hice la donación. Que la ciudad transite libremente, así debe estar. Por todo esto, durante estos más de veinte años ha sido el Museo quien ha representado esta voluntad (…)”

La idea de enrejar el espacio público ya demostró ser un fracaso estruendoso en el pasado, aquí tres casos que dan vigencia a esa frase según la cual “quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”:

  1. Las mallas del Estadio Atanasio Girardot y la reja que el otrora alcalde Luis Pérez mandó a construir en 2004 para encerrar la unidad deportiva y “controlar” la inseguridad de las barras, reja que costó $4.700 millones y que pocos meses después tuvo que ser demolida por orden del Tribunal Administrativo de Antioquia, que consideró que dicha medida había excluido a los vendedores ambulantes y afectado la dinámica de las familias en días de actividades deportivas. 
  2. El cerramiento que Quintero hizo en esta misma plaza en 2021 y que terminó siendo un absoluto fracaso, pues no se mejoró el espacio público ni se redujeron los delitos (incluso las propias vallas de la alcaldía terminaron hurtadas).
  3. La historia del Jardín Botánico: desde los años 60 el Jardín se había encerrado en sus muros, excluyendo a los barrios aledaños. En 2005, el alcalde Fajardo acordó con el Jardín y con los vecinos la reestructuración de este espacio, y fue la propia comunidad en medio de una fiesta la que derribó el muro –al mejor estilo del muro de Berlín–.

Newton decía que la humanidad se ha encargado de construir “demasiados muros y no suficientes puentes”. Durante 25 años, Medellín se dedicó a derribar sus muros en parques, jardines, estadios, UVAS y más, la apertura al diálogo propició soluciones de fondo, creó puentes y recuperó espacios públicos. ¿De qué sirve a la ciudad una plaza enrejada, borrando de tajo los procesos de construcción social y colectiva?

Quintero ha mostrado simpatía por las fallidas ideas de seguridad ciudadana de Luis Pérez, entendiendo la seguridad del espacio público como una exclusión del otro y las rejas y muros como solución para las inequidades y la inseguridad. ¿Quién dijo que vallas y requisas son seguridad? Las rejas no matan la inseguridad, no la acaban, tal vez la trasladan a otros lugares, como dijo el profesor Spitaletta, se trata de una medida superficial de resolución de las hondas contradicciones sociales de la ciudad, “Para asuntos de peligrosidad está invadida toda la ciudad, dominada por bandas delincuenciales, por lo que, el imaginario humorístico popular dice que entonces habría que alambrar, o “envallar” todo Medellín.”

Como en todas sus decisiones, Quintero acudió a soluciones simplistas de corto plazo. Los problemas de la ciudad necesitan estudio, diálogo y respuestas de fondo. Medellín ha sido durante años un ejemplo nacional e internacional sobre construir soluciones desde la cultura y no desde la policía. Si el alcalde y sus secretarios dejaran a un lado la arrogancia y el adanismo en sus acciones, y estudiaran un poco la historia de la ciudad, encontrarían en Medellín las respuestas a los problemas que hoy enfrentamos y serían conscientes de la insensatez e inutilidad de su propuesta de enjaular la cultura.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-jaramillo/

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