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En los últimos días he visto varias discusiones sobre si Fico es o no la mejor opción para salir de la presente crisis en Medellín. Estas me inspiraron a escribir una serie de críticas a candidatos a la alcaldía que comienza el día de hoy a la que se puede agregar mi pasada columna sobre Lucas Cañas. Ya había escrito también que no hay candidato perfecto. Aunque es necesario hacer una aclaración al lector -que dejo al final-, me surge la necesidad de ofrecer mi opinión sobre la carrera a la Alcaldía para organizar mis propias ideas y contribuir al debate sobre nuestro momento presente.
Hoy estamos en crisis. Y creo que nuestro momento actual se puede resumir en cuatro puntos clave: corrupción, pérdida del diálogo social, carencia de una visión de ciudad y falta de liderazgos. No abordo en profundidad estas ideas porque no es el propósito de este escrito y ya hay quienes hablan de estas cosas, entre otros, varios de los candidatos a la Alcaldía.
En términos pragmáticos, parece lógico que Fico es quien tiene hoy más oportunidades de ganar las elecciones. Pero, ¿de verdad puede Fico salvar la patria?
Hay quienes argumentan que Fico representa la opinión de muchos paisas frente al gobierno nacional, que además es quien puede juntar a la mayor cantidad de sectores en un propósito común y que tiene la experiencia para gobernar bien. Al menos, esos son los mejores argumentos que he identificado en su favor según lo que leo en las redes sociales, le he escuchado a amigos y he leído de columnistas de No Apto.
Quiero presentar algunas ideas de por qué pienso que Fico no cumple con estas características o que estas no son tan buenas como las consideran y que, además, tiene otras que, aunque popular, lo hacen una pésima opción para Medellín.
Primero, Fico no puede ser un salvador para Medellín en tanto que es parcialmente culpable de la crisis actual. Su estilo farandulero logró desviar la atención de los problemas de su gobierno. Cuando inició su gobierno, ya se resquebrajaba el diálogo social, aún así, no se puede afirmar que la sociedad civil fuera su gran aliado -aunque tal vez sí consideró la academia como un actor clave-, sin embargo, es claro que no realizó grandes acciones por el fortalecimiento de los procesos de participación ciudadana, la cultura viva comunitaria y otras áreas en que la sociedad civil participa de lo público.
Sus reformas administrativas y especialmente su reforma al PP, le abrieron la puerta a malas prácticas que se convirtieron hoy en grave corrupción, entre otras, la utilización de los contratos interadministrativos para desviar recursos a conveniencia. De esto es evidencia su mayor mancha, Santiago Gómez, de quien supuestamente se ha distanciado, pero sobre cuyas actuaciones nunca ha respondido. Fico es especialista en evadir responsabilidades, mala señal para una alcaldía que hoy necesita una cultura decidida por la transparencia y la rendición de cuentas.
Por dar otro ejemplo, y a mi parecer, por mostrar una grave falta de ética de Fico, hay que recordar que acusó falsamente a un joven de asesino a través de sus redes sociales; las autoridades lo encontraron inocente porque lo habrían confundido con otra persona. Aunque el joven denunció que la mala actuación del alcalde afectó su vida y le pidió retractarse, la merecida disculpa nunca llegó.
Sobre su gestión hay mucho que decir, ciertamente la situación de seguridad empeoró en su gobierno, con especial gravedad, aumentaron los homicidios. Tampoco alcanzó muchos de sus objetivos en materia ambiental y de movilidad, de los que se recuerdan bien el incumplimiento en la construcción de 80 km de ciclorrutas y los pocos avances para enfrentar la crisis ambiental y ecosistémica, que no es nueva. También, fue Fico quien convirtió ser alcalde en un bochornoso espectáculo de popularidad, las comunicaciones fueron su fuerte, tan fuertes debían ser, que usó recursos públicos para perfilar y perseguir opositores. En el papel, Fico es el candidato con mejor experiencia, pero el papel no habla de ética y principios.
Hablando de la política de los partidos y las elecciones, en campaña a la presidencia, Fico se terminó de derechizar, se volvió un desdibujado personaje comparado con el Fico que se lanzó a la Alcaldía de Medellín por allá en 2015, o, más bien, se mostró como es realmente. Aunque ser de derechas no es malo, algunas posturas de Fico sobre la lucha contra las drogas, los derechos de parejas del mismo sexo y otras cuestiones modernas, demuestran que no está en una posición para conciliar la diversidad de actores que hay en la ciudad.
Fico no es el pegante universal de la oposición a Quintero, porque es el pegante natural de las élites; su imagen y lo que hasta ahora ha representado muestran un político tradicional en sus posturas, conveniente a los grandes grupos políticos y económicos y, por lo tanto, deja de lado uno de los problemas esenciales demostrados por Quintero: las gentes olvidadas de la ciudad, que son casi la mayoría, cansadas de que las dejen atrás.
Además de esto, Fico ha manifestado que las próximas elecciones son un plebiscito sobre el gobierno de Petro. Siendo una uno de los principales opositores que el presidente tiene en el país, en caso de que gane las elecciones, habrá una pésima relación entre la presidencia y la Alcaldía de Medellín; una alcaldía que requerirá de congruencia en los propósitos y relaciones cordiales para alimentar de recursos nacionales los grandes proyectos de ciudad, como el metro de la 80. Deja la duda de si su candidatura hoy corresponde a un sincero interés por la ciudad -que no demostró ni siendo alcalde- o el interés de promover su proyecto político nacional ahora que tiene partido.
Incluso, compitiendo contra la corrupción de la institucionalidad actual, Fico es el candidato incumbente a la Alcaldía, es el gallo por vencer para Quintero y el resto. Aunque tenga la experiencia para gobernar ha demostrado, con su anterior gobierno y discurso actual, que sus prioridades reales no tienen nada que ver con lo que Medellín necesita hoy. Tampoco tiene incentivos para hacer alianzas, si ha de recibir a alguien; no tiene por qué conciliar sus propuestas ni hacer pactos para gobernar pues no hay nadie que le pueda endosar votos relevantes frente al potencial que representa ahora.
Federico es parte del lastre que Medellín necesita superar, un próximo gobierno suyo augura cambiar a Quintero, pero no necesariamente para bien, sino, cambiarlo por la incertidumbre de si la ciudad aguanta tres malos gobiernos seguidos.
Aclaración al lector: Manifiesto, por transparencia, que a la fecha trabajo para el concejal Daniel Duque, precandidato a la Alcaldía; sobre quien también escribiré una crítica en esta serie.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-estrada/