“En cuanto sabe que también su prima espera un hijo, María corre a visitarla: necesita un espejo en el que reflejarse, un igual con quien dialogar para comprenderse. Todos viajamos para encontrar espejos que nos ayuden a entender quiénes somos. Buscamos lo familiar en lo desconocido, mucho más que lo desconocido en lo familiar. Esta segunda búsqueda, la de lo extraordinario en lo ordinario, es propia de la madurez”. – Pablo d’Ors, Biografía de la luz.
Saberlo a él en una situación similar a la que había padecido fue la reiteración de ser unidad y de ser en otros el propio reflejo. Encontrarme en él fue la certeza de que no tendría nunca más que huir de mi entrega o mi pérdida.
Calambres hasta perder sensación en las extremidades y con la boca torcida era la forma en la que terminaban mis episodios de pánico. El llanto y la sensación de estar asfixiándome eran solo el comienzo de esos minutos en los que la vida –que para ese entonces se sentía como un hueco– se agotaba.
El pánico me quitó la energía vital. Me llevó a estar rebosada –de mí y de otros– y a hacerme creer que lo poco en lo que mantenía el control era lo único que me quedaba. En esa época prevaleció el secreto: la pena de tener, varias veces en la semana, momentos en los que dejaba de ser. Ese silencio se convirtió en la falta de pensamiento y de sueños. Esa angustia pasó a ser el centro de mi duelo.
Sin saberlo, por esos días, conviví y admiré a quien veía contenido, en sí, frente al miedo. Admiré su capacidad de ser estratega independiente de las circunstancias que muchos, entre ellos él y yo, percibíamos. Pero buscarme en otros y acompañarme de la palabra me llevó, varios meses después, a conocer en él que el pasado –y el dolor que es la puerta– es el recordatorio de la espera como medio: la espera como el camino al desprendimiento y a la calma como apertura.
Saberlo a él con una historia de pánico me hizo saber, con tranquilidad, que si llega un episodio en el futuro en el que sienta que me muero con estrechez en la garganta podré sentirme acompañada pensando que soy, también, en el recuerdo de otros.
Este es un espacio para agradecer a quienes son espejo y a quienes se vuelve siempre. Este es, también, un espacio para seguir hablando del pánico, que es compañía para muchos pero voz para pocos.
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