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Para escuchar leyendo: «El Testamento», Rafael Escalona.

Gabo dijo alguna vez que el vallenato tenía orígenes narrativos porque en sus letras, acompañadas de guitarra, caja, acordeón y guacharaca, los juglares llevaban por las sabanas de la provincia las historias, las noticias, los más bellos poemas para sus amadas o las elegías para quienes ya no estaban. El vallenato, más que una música que hace vibrar el alma y el corazón a quienes nacimos en estas tierras, o que nos hace sentir el ímpetu del río o la fuerza de la Sierra Nevada, es una de nuestras formas más ricas de tradición oral. Si la novela tuvo entre sus grandes exponentes a Gabo y la poesía a Porfirio Barba Jacob, sin duda, Rafael Escalona fue y será el más grande de los compositores vallenatos.

Escalona, con sus formas de poeta, incluso de cronista, nos contó en los versos de sus cantos los paisajes bucólicos de la llanura y las montañas, la vida serena de Cesar, Magdalena y La Guajira, las historias de sus amigos y vecinos, sus amores y desamores con La Maye, las parrandas, las aventuras con la brasileña y las vivencias como estudiante en el Liceo Celedón en Santa Marta. Rafael nos hizo sentir su música como nuestra, incluso a aquellos a quienes el Caribe nos queda a muchas horas de distancia. Escalona es un antes y un después en la historia de este género

El maestro nació en el seno de una familia aristocrática, en la que no estaba bien visto cantar vallenato, pues lo consideraban música de negros e indios. Poco le importaron esos prejuicios, pues al cabo de unos años ya se encontraba en todas las fiestas de Valledupar componiendo sones, merengues y paseos. Escalona se relacionó con grandes personalidades de la vida nacional, lo que le permitió llevar su música al siguiente nivel y poner los ojos del interior del país y del mundo en sus tierras. Llegó incluso a ocupar cargos diplomáticos, desempeñándose como cónsul. Fue miembro del conocido Grupo de Barranquilla, donde conoció al Nobel de Literatura y al pintor Alejandro Obregón, con quienes formó una amistad entrañable y junto al presidente Alfonso López Michelsen y La Cacica Consuelo Araujo Noguera, fundó el Festival de la Leyenda Vallenata de Valledupar, un evento que cada año recibe a compositores, acordeoneros y cantantes que son íconos de la cultura popular y es uno de los eventos más esperados tanto por locales como por extranjeros.

Un día como hoy, hace quince años, se fue para reencontrarse con su compadre Jaime Molina. Allá donde estén, cada uno tendrá su son y su retrato, pero aquí nos queda su testamento. Nos dejó un patrimonio inmaterial a todos los colombianos; ya tenemos sus letras grabadas en el inconsciente y son parte de nuestra construcción identitaria. Seguro que usted se sabe, o por lo menos ha tarareado, alguno de sus temas. Escalona creó un vasto universo de maravillas en el que es posible cruzar la frontera por un amor, ir a salvar a los amigos antes de que se los coma la montaña o construir una casa que los ángeles sostengan en el firmamento.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/samuel-machado/

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