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No puedo evitar sentirme como Carrie Bradshaw escribiendo sobre el amor, pero ver por tercera vez la serie Sex and The City me ha despertado muchas preguntas sobre los problemas modernos de relacionarse, enamorarse, crear y terminar vínculos. Es, tan dramático como suena, amar en los tiempos del internet.
Soy usuaria activa de Instagram, incluso más de lo que debería para mi edad y necesidades; me hace feliz hacer scroll durante horas, dar likes, comentar y consumir imágenes, datos e información que muchas veces ni siquiera he consentido en adquirir. Parte de eso me da una falsa sensación de conocer a la gente, de tener una red infinita de conocidos, gente con la que he cruzado palabra dos veces en la vida pero que, aún así, me hace llegar sus intimidades y momentos importantes. Creo que este poder de saber sobre el otro tan gratuitamente ha hecho que el romance se convierta en una actividad cada vez más mediocre y perezosa.
Nadie espera nada más allá de lo extraordinario en el momento de conocer nuevas personas, pero siempre es confuso que en la actualidad sea una muestra de interés que le den “me gusta” a tus historias o te reaccionen con emojis. ¿Qué implica el coqueteo en línea?, si cambió la forma de conquistar a los demás, ¿también lo hicieron los celos, el deseo y el desamor?
Toda interacción virtual me genera más preguntas que respuestas, porque suele ser común que existan vacíos entre las personas sobre qué cuenta como una infidelidad o no, cómo interpretar si alguien está interesado en mí en base a sus mensajes de texto y cómo proceder con una persona al terminar una relación. Somos transversales al internet, y aunque deseemos huir de este, también se ha convertido en la herramienta primaria de relacionamiento desde la creación de Facebook y Tinder.
Me gustaría pensar en un mundo donde las personas se vean en un café, compartan miradas y terminen en la misma mesa o se envíen el número anotado en el revés de una servilleta, pero es hipócrita no admitir la facilidad que conlleva dar doble tap con un dedo, enviar un mensaje de tres palabras y en un audio de voz dejar que una persona, en solo 5 minutos, sepa sobre mi lo que tardaría 2 o 3 citas.
¿Será que estoy hiper romantizando la dificultad o simplemente estoy siendo racional en pensar que una relación no debería ser tan sencilla de entablar?, ¿que nos debería costar un poquito más, así sea de conversaciones, de mesas compartidas, de salidas nocturna?. La duda me acecha y lo seguirá haciendo; pensar que esperar lo mínimo se vuelva anticuado y que esté siendo en extremo prejuiciosa por no conformarme con lo contrario.
No me gustaría admitir que un corazón ajeno está a un click de distancia, lo mismo que la felicidad o la aparición de lágrimas.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/mariana-mora/