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Detenerse a ver el cielo, un ave o un bosque. Apreciar sus colores y formas. Comprender que es único y efímero, ayuda a darle una mejor perspectiva a la vida, pues nos podemos dar cuenta de lo valioso que es cada segundo y la importancia que hay en aprovechar cada uno de esos al máximo, pues la vida es lo suficientemente larga si se sabe vivir, si se ve cada momento como una oportunidad y un regalo, no como un merecimiento.
La naturaleza nos sigue manifestando de miles de maneras que lo más importante suele ser lo más simple. Creo que nos complicamos demasiado sin darnos cuenta que estamos entregando nuestra libertad, nuestra tranquilidad y nuestro camino a otros, que nos estamos dejando arrastrar por la corriente de indiferencia, placer y tendencias. Nuestra identidad se pierde en el vacío del mercado y de las masas. Le damos demasiado valor a todo lo que no está en nuestro control y dejamos que otros decidan por nosotros.
Es por eso que darse el tiempo de parar y observar con calma, apreciar los colores y las formas que se dibujan, puede tener un efecto muy fuerte sobre la manera en la que observamos el mundo, a nosotros mismos y a los demás, pues vamos a poder entender cada vez más lo mucho que importa en qué usamos nuestro tiempo, en qué ponemos nuestra atención y a qué le damos valor.
Cuando eso se comienza a alinear, el resto de cosas en la vida toman otro sentido y, poco a poco, todo se va haciendo más claro, el mundo se ve menos hostil, los otros se ven con simpatía y la felicidad se hace algo presente y posible. Y no fue por arte de magia, no fue porque las condiciones externas cambiaron. Es porque nuestra perspectiva cambió.
Incluso en un mes como diciembre, que suele haber una perspectiva más festiva, más alegre. Incluso ahí creo que hay cierta tendencia a entumecernos. Los diciembres suelen ser muy acelerados. Hay demasiado por hacer. Muchas personas por ver. Muchas cosas por comprar. Mucha plata pa’ gastar. Mucha comida. Mucho alcohol. Mucha rumba. Y como cosa rara, poco tiempo para detenerse. Para respirar. Para escribir. Para observar. No hay mejor regalo que puedas darle a los que más quieres, que el de priorizar tu bienestar. Hoy.
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