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La fuerza de la cooperación y el trabajo conjunto son mucho más grandes de lo que nos gusta admitir y de lo que nos imaginamos. Tener que ceder al propio ego y dejarse ayudar representa una renuncia al control y al poder, lo que nos hace vulnerables. Sin embargo, esa vulnerabilidad se transforma rápidamente en libertad y en alegría si logramos realmente conectar con el otro y, desde las diferencias, comenzar a construir.
En la unión se puede ver cómo 1+1 normalmente no es 2, porque los resultados se multiplican mucho más, solo hace falta tener un corazón abierto y una disposición a ayudar siempre y dar sin pretender únicamente acaparar o recibir.
Yo creo que la cooperación debe ser el motor de la humanidad, ese que nos permita entender que estamos conectados y que todas nuestras acciones y decisiones repercuten en los demás, cuyos impactos se ven reflejados en la sociedad que hemos construido. Justo de esa manera es como la naturaleza nos enseña a vivir, y es en parte la razón por la que hemos logrado tantas cosas buenas a lo largo de la historia. El ser humano está hecho para la comunidad, para compartir y para sentirse parte de algo más grande. Sin eso, estamos vacíos.
Lo más impresionante es que eso se nota y todos, de alguna manera, somos conscientes de de que somos más felices y nos sentimos mejor al estar rodeados de las personas que queremos. Ya sea por una u otra razón, todos de alguna manera sentimos ese deseo de estar con otros, de compartir, de reír, de soportar y dejar que nos soporten, de escuchar y sentirnos escuchados. Y claro, tiene sentido, somos seres sociales y dependemos unos de otros para sobrevivir y para vivir felices.
Sin embargo, creo que por más claro que lo tengamos en nuestro interior, muchas veces lo que prima son algunos intereses más egoístas y externos que hacen que vivamos desconectados de la realidad, porque si bien todos valoramos de alguna manera la presencia y la vida de otras personas, es fácil hacerse el ciego ante los otros que no hacen parte de nuestros círculos cercanos, y crear unas burbujas que nos ponen límites muy marcados para actuar y para vivir en armonía con ellos.
Creo que eso es causa y consecuencia de que vivamos en sociedades tan desiguales, tan injustas y tan violentas. No soportamos las diferencias, ni que nos contradigan, nos sentimos constantemente atacados y ofendidos, a lo que respondemos con más ataques y ofensas, para equilibrar la balanza, o incluso para ponerla a nuestro favor.
El planeta en el que vivimos nos reclama cambios. Es hora de dejar de pensar solo en nosotros mismos o en nuestros círculos más cercanos. Todos hacemos parte de él.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-perez/