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Ayer, en el concierto de Ana Gabriel, la cantante nos decía que aunque estaba presente, sentía su espíritu dormido. Sin embargo, aunque se sintiera de esta manera, daría todo para que sus espectadores disfrutaran del espectáculo y así de pronto su espíritu despertaría.
También, esta semana, se realizó el Foro Económico Mundial de Mujeres de Colombia en la ciudad de Cali; su mensaje era conectarse con la esencia. Casi todas las mujeres conferencistas contaron en sus historias cómo habían sido «exitosas»; eran mujeres que habían sido emprendedoras, empresarias, directoras de entidades, con condiciones económicas de privilegio, «familias estables y amorosas»; pero la pandemia por la Covid -19, alguna enfermedad o accidente, un desencuentro amoroso o una crisis de salud mental en sus empleos, las hizo preguntarse por su esencia, sus talentos y sentidos de la vida. Todas concluyeron que pararon, se dieron cuenta de que ese no era el camino y hoy hacen terapia, escriben libros, lideran otras organizaciones con otros enfoques y construyeron sus tribus.
Lo dicho anteriormente suena interesante, pero, ¿entonces la línea del éxito es matarse, perderse a sí misma, asumir todos los estándares, quemarse y luego escribir libros o hacer trabajo voluntario para inspirar a otras?, ¿el costo de hacerle caso al patrón es perder el tiempo vital?
Esto no se aleja de la vida comunitaria y la organización social, aún, quiénes hemos tenido menos condiciones de vida y hemos apostado por el trabajo colectivo, estamos en las mismas, pensando cómo sobrevivir, sin tiempo para preguntarse el quehacer porque se deben entregar los informes para la Cooperación Internacional. Incluso, los proyectos que están pensando el cuidado en las organizaciones y el activismo saludable, siguen trabajando hasta las 10:00 p.m.
También, he escuchado de algunas personas que me rodean, la mayoría entre los 25 y los 35 años de edad, renunciando a los empleos supuestamente soñados por la misma razón. Ven como espejo a sus compañeros y compañeras cansados, corriendo, sin tiempo familiar, desconectados de sus pasiones, dejando su activismo en pausa, arañando en su quehacer la conexión con el propósito; por ende, prefieren renunciar a las «estabilidades económicas» con tal de tener dos horas más para dormir, no tener que ver miles de reuniones a la misma hora, comer a las carreras y no saber sí lo que están haciendo tiene sentido.
Por otro lado, hace algunas semanas, hablaba con jóvenes de la ciudad y les preguntaba para ellos qué era el cuidado y el progreso, y lo primero que me decían, es que el progreso era ser feliz, hacer lo que desean y que esto les permita tener condiciones de vida digna; no estaban dispuestos a perder el tiempo de su vida haciendo algo que no los llenaba. Incluso, esta es una de las principales crisis de salud mental hoy, la gente está desconectada de sentidos vitales. Sin embargo, cuando ellos plantean esta decisión, el resto del mundo les dice que no saben qué quieren con su vida, que son una generación de cristal sin habilidades socio emocionales, con poca disciplina o sacrificio.
En otro panorama tenemos la descripción de los líderes de hoy y de lo que están buscando en las actividades laborales. Los líderes que tenemos no duermen, se leen mil libros pero salen cada 20 días (tal vez) a conversar con sus amigos, conocen medio mundo, pero no han mirado a los ojos a la recepcionista del hotel que los atiende; algunos, piden que por favor se entregue el informe luego de haber acostado a dormir a sus hijos, que den la milla extra por la comisión, que luego se gastan en los almuerzos porque no hay tiempo de realizar los alimentos. Si alguien de su equipo manifiesta que no está de acuerdo y esto los está alterando, les mandan aplicaciones, videos de salud mental y le dicen que pueden parar, pero, ¿cómo?, ¿quién le cuestiona al patrón su patrón?, ¿No nos damos cuenta de que el patrón es adultocéntrico, clasista y patriarcal?
Hago referencia a la categoría de patrón en esta columna porque al mismo tiempo es sujeto y es predicado, es decir, aunque es un imaginario colectivo, está acuerpado, incorporado, reproducido y encarnado.
Esta columna, no tiene una conclusión clara, incluso ni me interesa que la tenga, porque podría estar haciéndole caso al patrón, que siempre tiene respuestas y verdades absolutas desde sus lugares de poder. Sólo quiero manifestar algo que me angustia y me genera muchas preguntas, porque me doy cuenta de que, aunque siempre he resistido a la autoridad, el patrón me persigue. Lo que él no sabe, es que yo no estoy corriendo, decidí hace algunos años aprender a parar, porque entendí que en correr no hay cuidado, y a mí me gusta cuidar, y el cuidado se mide con el uso del tiempo.
Me da mucho susto algún día sentirme como Ana Gabriel, dándolo todo ante un público que no sé si me está escuchando. Con mi espíritu dormido, esperando que algo lo despierte.