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¿Y eso a quién le importa?

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Hace un tiempo, en medio del encierro por el virus (qué lejos parece ya todo) y buscando algo de entretenimiento, se me ocurrió que era buena idea hacer un pequeño resumen diario de noticias y titulares que luego  compartía por uno de esos canales de organización empresarial. Slack, se llama la plataforma esa. Al ejercicio se le conoció como el informativo, así, en minúsculas, sin mayores pretensiones.

Era un juego, buscaba más el asombro que la información. Entendí luego (mal y tarde, como canta Sabina) que había compañeros de labores que encontraban en ese divertimento su único acercamiento con algún tipo de agenda informativa. Hay quienes, como Mafalda, deciden vivir sin darse cuenta. Aunque ella lo hace por un día. Otros, lo tienen por costumbre.

El asunto es así en el mundo entero: «El consumo de medios tradicionales, como la televisión y la prensa escrita, sigue disminuyendo en la mayoría de los mercados, y la caída no se compensa con el consumo online y en redes sociales. Observamos que los consumidores online acceden a las noticias con menos frecuencia que en el pasado, y también muestran menos interés. Pese a los problemas políticos y económicos, menos de la mitad de nuestros encuestados (48%) dicen estar muy o extremadamente interesados en las noticias. En 2017 este conjunto representaba el 63%». Esa es una de las conclusiones del Digital News Report 2023.

Hay más, claro: que Facebook ha ido perdiendo relevancia, y que Tik Tok la ha ido ganando, en especial en Asia-Pacífico, África y América Latina. En esta última región, además, otro estudio revelaba que la mayoría de las personas anhelan ser influencers o youtubers —eso podría ser harina de otro costal, pero en el fondo es un: mírenme, mírenme—.

Que unos, por allá, por acá y más allá, no quieren enterarse de nada. Un 36 por ciento de los encuestados para el reporte que realiza el Instituto Reuters y la Universidad de Oxford, dice que prefieren evitar las noticias. Algunos nunca miran, oyen o leen noticias. Otros las evitan por temporadas.

Es a Publio Terencio Africano a quien se le asigna la responsabilidad de haber escrito aquello de Homo sum, humani nihil a me alienum puto (Soy un hombre, nada humano me es ajeno). ¿Cómo entender el mundo sin saber lo que pasa en él? ¿Cómo decidir sobre el futuro inmediato si a duras penas me entero solo de lo propio? La actitud no es nueva. Dice el informe que esa cantidad de personas sigue siendo máximos históricos.

Sin embargo, bien podría sumársele otro asunto: la duda perpetua de cierta parte de la audiencia. No ya algo metódico, sino el escepticismo perpetuo, que ha abonado el terreno para las conspiraciones. Las informaciones surgidas tras la confirmación de Medicina Legal sobre el suicidio del coronel Dávila son ejemplo de ello.

«La confianza en las noticias ha caído otros dos puntos porcentuales en el último año, y en varios países se han revertido los avances logrados en el punto álgido de la pandemia. En promedio, cuatro de cada diez personas dicen confiar en la mayoría de las noticias la mayor parte del tiempo», dice el informe. Una minoría.

Sumémosle a esto unos medios de comunicación en crisis, perseguidos por el fantasma de los clics que los lleva a límites que rayan con lo absurdo o de lo peligroso, como lo dejó en evidencia un muy buen análisis hecho por El Armadillo sobre cómo nos llenamos de titulares sobre Francia Márquez y su salario.

En fin. A lo mejor, si necesitáramos definir con una frase este momento exacto del mundo, habría quien podría proponer que fuera “¿Y eso a quién le importa?”.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/

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