El codo de Petro

Gustavo Petro está en un cuarto. No está ni solo, ni acorralado. Cuando pienso en su figura lo veo sentado, con el codo de su mano izquierda sobre la mesa esperando al siguiente rival a tomar el pulso. Mientras las barras de un lado y de otro alientan.

Hoy se puede decir que el presidente Petro está fuerte, porque más allá de sus niveles de aprobación es quien está definiendo de qué se habla en el país. Y mientras eso, los fervientes seguidores, los contratistas-militantes y los partidos políticos fluidos —esos que van de una ‘ideología’ a otra sin mucho esfuerzo— toman posición para el 2026.

A Gustavo Petro no lo están haciendo fuerte sus políticas, ni su ideología, ni la lumbrera de gabinete, ni su popularidad, ni mucho menos sus ideas. A Gustavo Petro lo hacen fuerte la cantidad de personas que están embelesadas con su juego. El juego de la oposición.

Por esa razón, gremios, políticos, candidatos, mandatarios locales y seccionales llenan el cuarto en el que está Petro y al que él, en medio de su delirio, sigue llamando con megáfono en mano a medir fuerzas.

Cuando el presidente tiene con quien jugar al pulso, está cómodo. Hay, en medio de ese público, quienes se benefician de la perversa dinámica: primero un trino con algún insulto popular para luego autoproclamarse como la única persona capaz en ‘destripar’ al opositor. Todos parecen estar mirando el codo del presidente, para tan siquiera tener la oportunidad de medirse con él.

Mientras tanto, el otro cuarto, el del gobierno, está vacío. El gabinete —eterno rotativo— está pensando en salvar su pellejo de los escándalos o en la próxima contienda electoral. Si el gobierno está acéfalo, uno esperaría que haya quien proponga un nuevo paquete de políticas para el país y no, simplemente, un nuevo round entre derecha e izquierda.

Ese paquete no consiste ni en romper el sistema acordado en la Constitución de 1991, como tampoco de omitir el llamado de cambio que aún subyace en un sector de la sociedad colombiana y que fue traicionado por el mismo presidente Petro.

El juego perverso del presidente es equivalente a un dilema del prisionero —aquel donde dos rivales, incapaces de cooperar, terminan siempre perdiendo más de lo que ganan—.

Por eso, resulta poderosa la propuesta de la Fuerza de las Regiones que reúne un sentir colectivo y olvidado por años. Este movimiento con su propuesta de descentralización, busca una estructura del Estado más eficiente; incluso reduciendo el poder presidencial. Se preguntarán si se requiere tal cambio… pues la demostración está en este gobierno que por más mal que lo haya hecho, sigue concentrando mucho poder. Romper esa lógica, sí sería un verdadero golpe a la mesa.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/daniel-palacio-2/

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