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Si bien Petro inició esta campaña presidencial en Antioquia, su bastión político, económico y militar es el Catatumbo y la frontera con Venezuela. Y Petro no sólo es el responsable de la sangre que se vierte en ese territorio y del sufrimiento de cientos de miles de familias, sino que, aún más, no va a mover un solo dedo para resolver esta tragedia humanitaria, porque lo favorece en su estrategia de apoltronamiento en el poder. En un solo movimiento, coordinado con la Dictadura Venezolana, Petro creó una zona territorial binacional regida por un poder fáctico que le sirve de retaguardia estratégica, y decretó el Estado de Sitio que le permite gobernar con atribuciones casi dictatoriales, lo que ha sido su deseo desde que pisó la Casa de Nariño.
El Catatumbo no estalló de la noche a la mañana, y la problemática precedía a Petro. Pero todo pudo haber sido evitado si esa hubiese sido la intención. La Defensoría del Pueblo emitió alertas tempranas sobre la barbarie que se avecinaba, y fue inocuo. Las hectáreas de plantación de hoja de coca pasaron de 6.944 en 2014 a más de 43.000 en 2023, y se hicieron los desentendidos. El acuerdo de paz con Farc no trajo la paz pero sí estructuras que operan como máquinas de guerra atomizadas, y Petro les entregó cese al fuego para que aumentaran su capacidad de terror. Más grave todavía: Las fuerzas militares del país cuentan con una de las mejores inteligencias del mundo… ¿Y tampoco vieron ni dijeron ante el avance de columnas guerrilleras con cientos de milicianos a plena luz del día?
Lo sucedido en el Catatumbo no ha sido producto del mero azar, o de hechos fortuitos. Cada suceso es la forma como esta zona se convierte en fortín geopolítico para la producción masiva de la economía cocalera, que no sólo permite a la Dictadura de Maduro sobrevivir a las sanciones extranjeras, sino que servirá también para aceitar la corrupta estructura electorera del populismo petrista, que a punta de plata y plomo impondrá su permanencia. Así que una cosa es segura: Mientras Petro y Maduro se sostengan el uno al otro, con la anuencia cómplice de Rusia y China, sobre los miles de millones que entrega una tierra inundada de coca, difícilmente habrá aquí paz o democracia.
Si nos retrotraemos pues en la serie temporal de los acontecimientos que vemos desplegarse en la situación actual encontramos que, primero, en Antioquia el petrismo lanza sus colectivos a la calle a rayar sus consignas y a imponer en las paredes su propaganda. Después empiezan uno a uno a moverse como piezas de ajedrez los ministros, embajadores y senadores del Pacto Histórico, y el Santismo cierra filas con el regreso de su gurú electoral: Roy Barreras, el que no pierde una. Por último, estalla la peor tragedia humanitaria en las últimas décadas en Colombia, pero en lugar de enviar el poderío militar y la institucionalidad, suficientemente capaz de pacificar el Catatumbo, Petro hace uso de la tragedia para invocar el Estado de Sitio.
El guion es claro, pues lo ha vivido casi toda América Latina. Asistimos a las últimas escenas de una obra trágica. Su argumento principal se afinca en la decadencia. Decadencia del Establecimiento, del modelo de Estado, de la Cultura, de los Valores, en fin, del Espíritu de Occidente. Con el triunfo o el fracaso del proyecto político petrista se decide si la Peripeteia de esta tragedia es la libertad, o si nos espera la suerte de la hermana Venezuela, la tiranía.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/julian-vasquez/