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Vidas privadas

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Loca, no más. ¡cómo disfrutas inundando noticieros!

Loca que vas entre tus pablos, tus gabitos, tus boteros.

Loca, mi amor. O ¿quién declara guerras por floreros?

Loca también esta canción que grita igual que te detesto y que te quiero.

Carlos Palacio (Pala)

Esta semana los colombianos hemos visto dos imágenes que nos han tocado el alma. Dos imágenes que, a pesar de pertenecer a la vida privada de dos familias, le pertenecen también, de alguna forma, a todos. La violencia y el conflicto, esa eterna tragedia que se repite en nuestra historia, que nos ha marcado y definido, nos ha mostrado a todos caras distintas, pero no ha pasado desapercibida. Todos tenemos una historia que contar, algún muerto que llorar, algún desaparecido que encontrar, algún secuestrado por el que clamamos libertad. La guerra, en mayor o menor medida, ha dejado sus estragos en nosotros.

Rigo ha decidido contar su vida en un bioclip producido por el canal RCN y que recrea sus primeros años de infancia y juventud, su camino a la consagración y la gloria como un ciclista de alto rendimiento. Esta semana, el país se conmovió tremendamente con la escena del asesinato del padre del deportista a manos de actores armados. Es tan desgarradora porque logra retratar fielmente el dolor de la muerte, del asesinato de un padre, de un esposo, de un hermano y de un amigo. Logra hacer sentir al espectador el desasosiego de la pérdida intempestiva de un ser amado. Logra generar en quien la ve la rabia, la impotencia y la frustración por la vida que se arrebata de forma violenta, por no permitirle al otro vivir su ciclo vital con naturalidad.

Ver a Rigo ahí, tirado en el piso, destrozado, mientras el cuerpo de Don Rigoberto está en un charco de sangre, movilizó tanto a la gente porque esa imagen ha sido también la de miles, porque Colombia ha sido durante muchos años un país repleto de huérfanos. Un país en el que las balas han truncado vidas, sueños, metas y esperanza. Un país donde se ha perpetuado un régimen de dolor, miedo y terror. 

La otra imagen es alegre, pero que tiene inmerso en su contexto uno de los crímenes más atroces, el secuestro: el del padre del jugador del Liverpool y la Selección Colombia, Luis Díaz. Luego de casi 15 días de cautiverio en manos del grupo terrorista ELN, Mane Díaz recuperó la libertad, justo una semana antes de que su hijo jugara un partido trascendental para la selección.  Anoche vimos a Lucho abrazado con su padre y a su padre orgulloso y emocionado hasta las lágrimas por el doblete con el que su hijo dio un triunfo que vale oro para la selección en la eliminatoria. Los goles, más que el resultado, tienen un contenido emotivo por lo vivido estos días. Son la emoción de un padre que en libertad puede reencontrarse con esas alegrías. 

Rigo y Lucho son figuras visibles, ídolos de un pueblo entero. Por lo concerniente a la fama, sus éxitos y sus tragedias suelen tener un mayor alcance e impacto en la vida de las personas, eso permite espacios de reflexión colectiva. Sin embargo, es también la oportunidad para ponerle rostro al dolor de tantas víctimas que permanecen invisibles o escondidas detrás de una cifra.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/samuel-machado/

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